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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Ávila Camacho propone declarar el "estado de guerra" a las potencias del Eje

28 de Mayo de 1942

Ante los ataques a barcos mexicanos por submarinos alemanes, el presidente de la República hace la proposición hoy domingo en un informe que rinde al Congreso de la Unión, que se encuentra reunido en sesión extraordinaria. Expresa: “Frente, a esta reiterada agresión, que vulnera todas las normas del Derecho de Gentes y que implica un ultraje sangriento para nuestra Patria, un pueblo libre y deseoso de mantener sin manchar su ejecutoria cívica no tiene más que un recurso; el de aceptar valientemente las realidades y declarar -según lo propuso el Consejo de Secretarios de Estado y de Jefes de Departamentos Autónomos reunido en esta capital el viernes 22 del corriente- que, a partir de esa fecha, existe un estado de guerra entre nuestro país y Alemania, Italia y Japón.

Estas palabras "estado de guerra" han dado lugar a interpretaciones tan imprevistas que es menester precisar detalladamente su alcance. Desde luego, hay que eliminar todo motivo de confusión. El "estado de guerra" es la guerra. Sí, la guerra con todas sus consecuencias; la guerra que México hubiera querido proscribir para siempre de los métodos de la convivencia civilizada, pero qué, en casos como el presente y en el actual desorden del mundo, constituye el único medio de afirmar nuestro derecho a la independencia y de conservar intacta la dignidad de la República.

Ahora bien si el "estado de guerra" es la guerra misma, la razón que tenemos para proponer su declaración y no la declaración de guerra, obedece a argumentos muy importantes, que me siento en la obligación de aclarar aquí.

Tales argumentos son de dos órdenes. Por una parte, la declaración de guerra supone en quien la decide la voluntad espontánea de hacer la guerra. Y México sería inconsecuente con su tradición de país pacifista por excelencia si admitiera, aunque sólo fuera en la forma, que va al conflicto por su propio deseo y no compelido por el rigor de los hechos y por la violencia de la agresión. Por otra parte, el que declara la guerra reconoce implícitamente la responsabilidad del conflicto. Y esto, en nuestro caso, sería tanto más absurdo cuanto que los agredidos somos nosotros.

Atendiendo a estas circunstancias, la situación que expone el Ejecutivo es igual a la que escogieron, en septiembre de 1939, los gobiernos de Inglaterra y de Francia al entrar en guerra con Alemania y el 8 de diciembre de 1941, el gobierno de los Estados Unidos al entrar en guerra con el Japón. Semejante modalidad, que responde a la verdad de las cosas y a la limpieza de nuestra vida internacional, deja a salvo nuestra doctrina jurídica, pero no disminuye la significación del acto, ni aminora sus riesgos, ni debe ser estimada como un paliativo a nuestra franca resolución.

El estado de guerra en que se encontrará el país si ustedes aprueban mi iniciativa, no querrá decir que México va a entregarse a persecuciones injustas. La defensa de la patria es compatible con la tradición de generosidad y decencia mexicanas.

Tampoco significará que la vida interior de la República va a alterarse, suspendiendo aquellas garantías que puedan mantenerse, sin quebrantar el espíritu de la defensa nacional.

Debemos confiar mucho más en el patriotismo que en las medidas represivas. En el sentido cívico de la nación, más que en el uso arbitrario de la fuerza”.

Ávila Camacho, antes de plantear su propuesta de “estado de guerra”, informa detalladamente al Congreso del hundimiento del buque tanque Potrero del Llano el pasado día 13 y de la protesta que turnó al siguiente día a las naciones nazifascistas, en la cual se fijó el día 22 como plazo para dar explicaciones y atender las reclamaciones por la agresión sufrida; y cómo, habiendo transcurrido dicho plazo, Italia y Japón no se dignaron contestar y Alemania ni siquiera quiso recibir la protesta. Además, el pasado 22 de mayo, otro barco tanque, el Faja de Oro, fue hundido. Por lo cual las gestiones diplomáticas tienen que darse por terminadas.

El Congreso aprobará la propuesta y el 1º de junio siguiente, se publicará un decreto cuyo artículo único dispondrá “Los Estados Unidos Mexicanos se encuentran, desde el día 22 de mayo de 1942, en estado de guerra con Alemania, Italia y Japón”.

El “estado de guerra” traerá diversas consecuencias. Los ciudadanos de los países del Eje radicados en México, serán intervenidos en sus bienes y los considerados sospechosos internados en campos de concentración.

En el terreno diplomático, se firmará un acuerdo con Estados Unidos para que los nacionales de ambos países puedan combatir en los ejércitos de uno y otro país, por el cual más de quince mil mexicanos por su propia iniciativa combatirán en diversos frentes. Asimismo, se reanudarán las relaciones con Inglaterra, suspendidas en 1938 con motivo de la expropiación petrolera.

La guerra dará oportunidad para la reconciliación de los grupos revolucionarios sobrevivientes en aras de la unidad nacional. El 15 de septiembre siguiente, todos los expresidentes vivos acompañarán a la ceremonia del grito al presidente de la República: De la Huerta, Calles, Portes Gil, Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas.

Para la población en general. la guerra significará la suspensión de las garantías individuales; el control del abasto popular a través de la CEIMSA, que después se convertirá en CONASUPO; la puesta en vigor de la ley del servicio militar obligatorio; los apagones de simulacro en las grandes ciudades (que inspiró la popular conga “Con el apagón” cantada por Mapy Cortés); el envío a los campos agrícolas norteamericanos de unos 300 mil “braceros”; y desde luego, el abastecimiento prioritario a Estados Unidos de petróleo y de materiales considerados necesarios para el esfuerzo de guerra.

En lo militar la guerra obligará a reequipar al ejército mediante la Ley de Préstamos y Arrendamientos de Estados Unidos, adquiriendo en primera instancia aeronaves Vought Kingfisher OS2U para el patrullaje de las costas mexicanas en caso de nuevos ataques por parte de Alemania, y posteriormente con North American AT-6, Beech AT-11 y Douglas A24.

Será hasta el 8 de mayo de 1944 cuando se anunciará la participación directa en las acciones bélicas mediante un escuadrón aéreo: el 201. Este escuadrón será destinado al frente del Pacífico por petición expresa del presidente Ávila Camacho, a sugerencia del Agregado Militar en los Estados Unidos, Luis Alamillo Flores, de que los mexicanos deben pelear por la liberación de Filipinas, dados los vínculos históricos y culturales existentes y que es el único pueblo asiático que habla español. Con base en la Isla de Luzón, al norte de Manila, el Escuadrón 201 volará 56 misiones de combate entre el 4 de junio y el 26 de agosto de 1945. Después regresarán a México con grandes honores.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.