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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Santa Anna deroga todas las disposiciones reformistas que realizó Valentín Gómez Farías como vicepresidente encargado del poder de diciembre de 1833 a abril de 1834.

Mayo 16 de 1834

Los cambios de Gómez Farías eran radicales: había consolidado la deuda pública y su amortización; suprimido las órdenes monásticas y todas las leyes que autorizaban a la Iglesia a entrar en negocios civiles; prohibido tocar temas políticos en los púlpitos; suprimido las leyes represivas de prensa y consolidado la libertad de expresión; fomentado la propiedad territorial; cesado privilegios eclesiásticos y del ejército; mejorado la educación de clases populares e indígenas y pretendido acabar con el monopolio de la Iglesia en la enseñanza. Además, había suprimido la Universidad Pontificia de México y creado la Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios Federales.

El 15 de diciembre de 1833, Antonio López de Santa Anna con permiso del Congreso se había retirado a su hacienda de Manga de Clavo y el 1° de enero de 1834 asumió el poder el vicepresidente Valentín Gómez Farías quien se dispuso a continuar su obra reformista mientras que Santa Anna esperaba las noticias sobre las reacciones ante dichas reformas.

En el ínterin se desató una epidemia de cólera morbo que causó más de veinte mil defunciones; ese año, también hubo temblores y una aurora boreal y la oposición tomó estos hechos para incentivar el fanatismo y el miedo en la población y todo lo usó como pretexto para atacar al gobierno; inclusive, las disposiciones de sanidad (Ver documento) en especial, la construcción de cuatro cementerios y salas de depósito y la prohibición de inhumar en las iglesias. Al dejar la iglesia de percibir los ingresos por entierros, culpó al gobierno de los estragos de la epidemia y desde el púlpito llegó a decir que era un castigo divino por los pecados de quienes atacaban a la Iglesia y inobservancia de los días festivos. Tanto el clero como el ejército y la aristocracia trataron de persuadir a Santa Anna de que frenara las reformas: la prensa conservadora que atacaba severamente a la administración de Gómez Farías destacó las desavenencias que se habían comenzado a dar con Santa Anna.

En esta situación, Gómez Farías pensó en el daño que podría haber para el país y decidió pedir al presidente que volviera a la capital y… llegó el 24 de abril de 1834 y al retomar el poder en su primera proclama dijo: “Ni vuestra religión, ni vuestra libertad, ni vuestra seguridad, ni ninguno de los bienes que afianza y consagra la Constitución, serán impunemente atropellados”.

Enrique Olavarría (México a Través de los Siglos) escribió: “desde el domingo 11 de mayo habían ocurrido en Puebla movimientos en contra de la ruina del sistema federal proyectada por el presidente… la milicia cívica de aquella ciudad proclamó un plan en que después de protestar que sostendría la religión católica, apostólica, romana, ofrecía también sostener las instituciones y excitaba al Congreso a que a nombre del Estado declarase lo mismo: aunque se reunió bastante número de diputados faltaba su presidente, don Pedro Pablo Carrillo, en cuya busca fue un piquete de cívicos obligándole a presentarse en el salón pues creíase que viendo Santa Anna ratificado el juramento de sostener la religión, volvería sobre sus pasos o se le quitaría al menos el pretexto para lanzarse en la senda antiliberal. Obrando con dignidad y energía, el Congreso de Puebla declaró que no deliberaría sobre la petición, sino cuando la milicia se hubiese retirado, no sólo de las puertas del salón, sino de todo el edificio… la Cámara resolvió no aprobar el plan por haber sido proclamado por fuerza armada; pero algunos de sus miembros, temerosos… presentaron unas proposiciones… y fueron elevadas a decreto, procurando salvar por este medio la dignidad del Estado… Santa Anna no retrocedió en su alianza con los antiguos escoceses, y por medio de sus agentes en aquella ciudad procuró en la tarde del 17 de mayo derrocar al gobierno del Estado y apoderarse de su capital”.

El 25 de mayo de 1834, sería expedido el Plan de Cuernavaca (Ver documento) los sublevados, avalados por el mismo Santa Anna, desconocerían a Gómez Farías así como todas sus reformas sociales y decretos en materia religiosa, a todos los funcionarios que los sancionaron, cesaría a los legisladores y… poco después, el 8 de septiembre, Gómez Farías en medio de infamantes ataques de la prensa conservadora, saldrá al exilio. Lillian Briceño (Valentín Gómez Farías y su lucha por el Federalismo) dice de este personaje cuya obra sentaría las bases de lo que después serían las Leyes de Reforma: “… Quizá México no estaba aún preparado para llevarlas a cabo [las reformas] por no poder enfrentarse a la multitud de intereses creados que saldrían afectados; quizá la sociedad en general era aún demasiado conservadora y consideraba estas reformas como arbitrarias y fuera de la realidad; quizá México operaba como un conjunto de voluntades dispersas, donde se veían más los intereses personales que los nacionales; o quizá, simplemente, el liberalismo era una opción que no se correspondía con la situación existente en el país”.

Jorge Fernández Ruiz (Un Reformador y su Reforma) dice de Gómez Farías “hasta sus más recalcitrantes enemigos contemporáneos, reconocieron su honorabilidad absoluta… La postura patriota, vertical e incorruptible de Gómez Farías quedó acreditada… por sus importantes y trascendentales actividades realizadas en el ámbito del quehacer público... Así, por ejemplo, lo vemos cuando enérgico manda encarcelar a Esteban F. Austin, quien fue aprehendido en Saltillo el 3 de enero de 1834, por haber recomendado a los Ayuntamientos de Texas organizar un gobierno local, así lo constatamos en… en aquella carta del 23 de abril de 1834 dirigida al doctor Mora, en la que, para expresar su pasión por México, afirma: ‘Me moriría de pesar si llegase a persuadirme que los males de mi patria son irremediables... pero no, no nos mandará la raza anglosajona, y antes pereceremos todos los mexicanos, que vernos dominados por ellos’”.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.