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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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El general Pedro María Anaya asume la presidencia.

Abril 2 de 1847

Es nombrado presidente sustituto por el Congreso, tras desaparecer la vicepresidencia, que ocupaba el doctor Valentín Gómez Farías, quien había sido encargado por el general Santa Anna de la presidencia interina que desempeñaba, en tanto que dicho general dirigía la campaña en Veracruz contra los invasores norteamericanos.

Durante su gobierno, será investido de facultades extraordinarias para enfrentar el esfuerzo de guerra e iniciará la preparación de la defensa de la ciudad de México declarándola en estado de sitio; obligará al clero a contribuir con dinero para esta defensa y con el mismo objeto establecerá el servicio militar obligatorio para los mayores de 16 años.

El 18 de mayo siguiente, se expedirá el Acta de Reformas a la Constitución de 1824 y dos días después dejará el cargo, al regreso del general Santa Anna a la capital de la República.

Pedro María Bernardino Anaya Álvarez nació en la casa marcada con el número 24 de la entonces Calle Real, de San Mateo Huichapan, hoy estado de Hidalgo, el 20 de mayo de 1794, hijo de una acomodada familia criolla integrada por Pedro José Anaya y Maldonado y María Antonia de Álvarez.. En 1810 ingresó al ejército realista como cadete en el regimiento de Tres Villas. Combatió contra los insurgentes hasta alcanzar el grado de capitán y en junio de 1821, se adhirió al Plan de Iguala.

Consumada la independencia de México, en 1822 marchó a Guatemala con el ejército del general Vicente Filisola, a supervisar el plebiscito que decidiría la anexión de Centroamérica a México.

En 1833, recibió el nombramiento de general.

En 1845, durante la presidencia de José Joaquín de Herrera, fue ministro de Guerra de agosto a diciembre.

Al ser nombrado presidente sustituto, el general Anaya era diputado y presidente del Congreso.

En los siguientes meses, combatirá la invasión norteamericana y su acción militar más importante será la defensa del puente y del Convento de Churubusco el 20 de agosto de este mismo año, junto con el general Manuel E. Rincón. Después de una heroica resistencia, en la que participará el irlandés Batallón de San Patricio, el general Anaya tendrá que rendir la plaza; al ser hecho prisionero y requerido para que entregara las municiones  por el general norteamericano David Emmanuel Twiggs, responderá con la frase por la que más se le recuerda: “Si hubiera parque, no estarían ustedes aquí”.

Al firmarse un armisticio entre los generales Santa Anna y Scott, será liberado y se reincorporará al ejército.

Doralicia Carmona. MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO