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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Es creada la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuito, como dependencia de la Secretaría de Educación Pública.

Febrero 12 de 1959

El presidente López Mateos crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG), que preside Martín Luis Guzmán, como dependencia de la Secretaría de Educación Pública. Integran la nueva Comisión un secretario general -Juan Hernández Luna-, seis vocales -Arturo Arnaíz y Freg, Agustín Arroyo CH., Alberto Barajas, José Gorostiza, Gregorio López y Fuentes y Agustín Yánez-, “doce colaboradores pedagógicos y cinco representantes de la opinión pública que, en este caso, fueron designados entre los directores de los principales diarios capitalinos: Excélsior, El Universal, Novedades, La Prensa y de la cadena García Valseca [Rodrigo de Llano, Miguel Lanz Duret, Ramón Beteta, Mario Santaella y José García Valseca]… para comprometer a la prensa capitalina con el proyecto de la Comisión.

El decreto de creación de la CONALITEG encomienda a los responsables de la Comisión: “Cuidar que los libros cuya edición se les confía tiendan a desarrollar armónicamente las facultades de los educandos, a prepararlos para la vida práctica, fomentar en ellos la conciencia de la solidaridad humana, a orientarlos hacia las virtudes cívicas y, muy principalmente, a inculcarles el amor a la patria, alimentado con el conocimiento cabal de los grandes hechos históricos que han dado fundamento a la evolución democrática de nuestro país”.

El objetivo de la Comisión será definir las características y el contenido de los libros de texto gratuitos; convocar, mediante concurso, para participar en la redacción de los libros; los elegidos serán gratificados con 75 mil pesos; a cargo de la evaluación estarán Agustín Yáñez, Alfonso Caso, José Gorostiza, Arturo Arnaiz y Freg, Alfonso Teja Zabre, Ignacio Chávez y Alfonso Reyes.

Se da así cumplimiento al Artículo Tercero de la Constitución que dispone la gratuidad de la educación. Se trata de que esta gratuidad deje de ser un término jurídico sin posibilidades de cumplimiento, a la vez que establecer un medio de cultura al alcance de todos que contribuya a la formación de un nuevo mexicano, en palabras de Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública: “Un mexicano en quien la enseñanza estimule armónicamente la diversidad de sus facultades: de comprensión, de sensibilidad, de carácter, de imaginación y de creación. Un mexicano dispuesto a la prueba moral de la democracia. [...] Un mexicano interesado, ante todo, en el progreso del país, apto para percibir sus necesidades y capaz de contribuir a satisfacerlas merced al aprovechamiento intensivo, previsor y sensato de sus recursos. Un mexicano resuelto a afianzar la independencia política y económica de la patria, no con meras afirmaciones verbales de patriotismo, sino con su trabajo, su energía, su competencia técnica, su espíritu de justicia y su ayuda cotidiana y honesta a la acción de sus compatriotas”.

La idea de libros de texto gratuitos y obligatorios tiene como antecedentes diversos ordenamientos de 1833, 1861, 1867, 1869 y 1890, mediante los cuales el Estado ha ejercido la facultad de señalar los libros de texto obligatorios en las escuelas primarias; así como la distribución gratuita que el porfiriato y después los gobiernos revolucionarios de Obregón, Cárdenas y Ávila Camacho, hicieron de libros y cartillas alfabetizantes. Sin embargo, el proyecto de la Comisión es más ambicioso: editar y distribuir a todos los niños mexicanos libros gratuitos cuyo contenido abarque los temas de los programas vigentes de educación primaria.

Hasta ahora, la educación elemental obligatoria y gratuita había sido un principio establecido en el artículo 3° tanto en la Constitución de 1857 como en la de 1917, que no había podido tener cabal cumplimiento en tanto los alumnos han carecido de acceso al material de enseñanza indispensable, pues los libros de texto son caros y muchos con contenidos mediocres.

Cuando el general Álvaro Obregón ocupó la presidencia de la República, creó la Secretaría de Educación Pública bajo la dirección de José Vasconcelos; ambos consideraron que el tema de la educación era prioritario para el desarrollo del país, de modo que Vasconcelos inició la realización de un proyecto en el que la enseñanza de las primeras letras a poco más del 66 por ciento de la población, era sólo el paso inicial. Ya desde entonces había expresado Vasconcelos ("Un llamado cordial") que era necesaria la gratuidad del material de lectura porque “nuestro pueblo es pobre y no tiene el hábito de gastar en lectura. Nos proponemos crearle la necesidad de leer… es necesario y perfectamente legítimo que el gobierno invierta una pequeña parte del dinero del pueblo, en lo que el pueblo más necesita: en propagar hechos que lo instruyan, datos que lo informen e ideas nobles que aviven el poder de su espíritu”. Guiado por esta idea, Vasconcelos dispuso que en los Talleres Gráficos de la Nación se editaran los libros de texto de las escuelas oficiales y libros clásicos. Sin embargo, sus acciones fueron criticadas, y aun se dio el caso de maestros que protestaron por considerar que las lecturas de Herodoto, Esquilo, Sófocles, Platón, Dante, Cervantes y otros clásicos eran inapropiadas para los niños. A pesar de todo, fueron realizados grandes tirajes de El Libro Nacional de Lectura, Lecturas Clásicas para Niños y las Lecturas para Mujeres; también reeditaron la Historia Universal y la Historia Patria de Justo Sierra.

El presidente Plutarco Elías Calles durante su gestión limitó la producción de textos, pues en ese entonces, dado los problemas con la iglesia católica, se consideró que podría considerarse como una imposición que hubiera libros de texto oficiales; aunque sí los hubo destinados al medio rural como Vidas campesinas o El Sembrador.

Al iniciar el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, el 59% de la población mayor de diez años era analfabeta. Por esa razón, se estableció conforme al plan sexenal, que la nueva escuela socialista estuviera al servicio de obreros y campesinos; y que fueran editados textos de lectura para ofrecerlos a bajo precio (7 centavos); además, la Secretaría de Educación Pública produjo las series de libros: Simiente, la Serie de la SEP, Libérate, Serie Vida y Madre Tierra. Pero los obispos y el Frente Único Nacional de Padres de Familia de Tamaulipas, en desacuerdo con la educación socialista, reaccionaron en contra de la publicación de estos textos.

El gobierno del presidente Ávila Camacho emprendió una vigorosa campaña de alfabetización por medio de la cual, los adultos alfabetos enseñaban gratuitamente a los analfabetos a leer y escribir. Al efecto publicó cartillas de alfabetización que se distribuyeron masiva y gratuitamente.

Al finalizar el gobierno de Ruiz Cortines, a pesar del gran esfuerzo en materia educativa, el acelerado incremento demográfico hacía que el presupuesto del Estado -el 72% era destinado al pago de salarios-, no bastara para dar los servicios que la población requería, lo que ocasionaba grandes rezagos; así por ejemplo, casi tres millones de niños en edad escolar quedaban fuera de las escuelas, la eficiencia terminal era del 16% a nivel nacional y en el medio rural era del 2%. La escolaridad promedio de los adultos era de dos años y ejercían sin título más de 27 mil maestros. Además, había intereses particulares de autores, editorialistas, libreros y aún de inspectores escolares -dueños de editoriales o autores- que recomendaban sus propios textos a los directores de las escuelas para que los incluyeran en las listas que presentaban a los padres de familia al iniciarse el año escolar y que porque los encarecían, limitaban su acceso a las clases populares.

Al protestar Adolfo López Mateos como presidente de la República el primero de diciembre de 1958, marcó como prioridad de su gobierno la educación pública; así lo reafirmó a la prensa el 6 de diciembre siguiente, Jaime Torres Bodet, nombrado Secretario de Educación, quien elaboró el Plan Nacional para el Desarrollo y el Mejoramiento de la Enseñanza Primaria (Plan de once años) que, aprobado en febrero de 1959, constituyó el primer esfuerzo por planificar la educación a largo plazo. Se buscaba hacer cumplir el artículo tercero constitucional, satisfacer la demanda educativa real a nivel primario; dar oportunidades de educación a todos los mexicanos, mejorar la calidad de la enseñanza así como satisfacer la demanda de técnicos y obreros calificados que requiriera el desarrollo del país.

Es en este contexto en que se decide la creación de la nueva Comisión y entregar libros no sólo a las escuelas públicas, sino también a las privadas, pese al enorme gasto que esto representaba, pues para López Mateos: “Todos son niños y todos son parte de nuestro pueblo”. Con la intervención del Estado en la producción de libros de texto se trata de otorgar a los niños de todos los sectores sociales, los medios indispensables para el aprendizaje y para asegurar una base cultural homogénea. A través de los textos gratuitos, también se busca educar en civismo, cuidado del medio ambiente, hábitos de higiene; enaltecer el valor del trabajo y del esfuerzo personal vinculados con la idea de igualdad de oportunidades en una sociedad en la que cada persona tiene un deber que cumplir. Al respecto, López Mateos declara: “...al recibir gratuitamente sus textos –no como una gracia sino por mandato de la ley- se acentuará en los educandos el sentimiento de sus deberes hacia la patria, de la que algún día serán ciudadanos”. De ahí que las portadas de los primeros libros de texto gratuitos tengan impresa la Alegoría a la Patria -de Jorge González Camarena- que representaba la agricultura, la industria y la cultura.

El 1 de septiembre de 1959, López Mateos declarará en su primer informe de gobierno que “en un país de tantos desheredados, la gratuidad de la enseñanza primaria supone el otorgamiento de libros de texto: hemos resuelto que el Gobierno los done a los niños de México”.

Cecilia Greaves Laine señala (Política Educativa y Libros de Texto Gratuitos. Una Polémica en torno al Control por la Educación): “De esa manera, el Estado avanzaba en el proceso de democratización de la enseñanza al contrarrestar los efectos derivados de la desigual distribución de la riqueza y la falta de oportunidades educativas para un amplio sector de la población. Pero al mismo tiempo, el gobierno lopezmateísta buscaba promover un sentimiento nacionalista que contribuyera a una mayor integración de la sociedad mexicana. Para ello, los libros de texto gratuito eran el mejor conducto para lograr la difusión de una determinada ideología acorde con los intereses del Estado entre todos los sectores sociales, incluyendo los grupos económicamente privilegiados. Era la forma idónea para que éste pudiera mantener su hegemonía ejerciendo, además del político, un mayor control sobre el aparato educativo”.

Al iniciarse la edición y la distribución de los textos gratuitos habrá reacciones de los libreros que ven afectados sus intereses económicos, de la Barra Mexicana de Abogados y del Partido Acción Nacional, los cuales organizarán campañas y protestas porque según ellos los nuevos libros niegan el derecho “natural” de los padres a educar a sus hijos, son antidemocráticos porque presentan como única la verdad oficial y antipedagógicos, ya que reducen al maestro a mero repetidor de lecciones. También se señalará que las decisiones en relación con los libros de texto fueron tomadas por las autoridades sin previa consulta a los maestros. Inclusive en las páginas de los diarios, cuyos directores forman parte de la CONALITEG, como Excélsior y El Universal, se publicarán ataques violentos de la derecha contra los libros de texto gratuitos.

Pero pronto quedará claro que los libros de texto gratuitos si bien son obligatorios, no son únicos ni exclusivos, de modo que no excluyen otros textos de consulta que presenten diversas corrientes del pensamiento; y que simplemente establecen el contenido mínimo de la educación primaria, sin negar la función del maestro, la escuela y la familia.

"En el emblema de la CONALITEG figura un arbolito con follaje verde y frutos rojos, de tronco café y raíces apoyadas en seis libros abiertos. Al lado izquierdo del arbolito una niña con faldita verde y al derecho un niño con calzoncito rojo, ambos con las manos solícitas en dirección de los frutos. El arbolito y los frutos, simbolizan el tesoro del saber humano; las raíces y los libros, representan los seis grados de la educación primaria, que han de nutrirse siempre de la savia de ese saber, y la niña y el niño, significan la igualdad cívica que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos otorga a mujeres y hombres, y que les da derecho a disfrutar por igual del árbol y frutos del saber humano."

El 20 de febrero de 1980, por decreto del presidente José López Portillo y siendo secretario de Educación Fernando Solana Morales, la CONALITEG se creará “como organismo descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propios, y tendrá por objeto la edición e impresión de los libros de texto gratuitos, así como toda clase de materiales didácticos similares”.

Años después, el libro de texto gratuito se extenderá al nivel de la educación secundaria.

“Desde 1960, el primer libro cumplió con las enormes expectativas que generó la iniciativa, al igual que el publicado en 1992 (durante la gestión de Carlos Salinas de Gortari); más allá de las discrepancias que en lo personal pudiera tener con su contenido, ambos se acercan a la verdad histórica de acuerdo con documentos y fuentes, que son la materia prima de la historia. Además están redactados en un contexto laico y hasta cierto punto liberal, digno de encomio; ambos son claros, están bien escritos y proceden con orden lección tras lección”. (Moreno Francisco Martín. México engañado)

Sin embargo, la nueva edición de 2015, realizada por el gobierno de Enrique Peña Nieto, supuesto heredero histórico del nacionalismo revolucionario, ha suscitado reacciones de autores como Moreno (ya citado) por su inclinación a soslayar el efecto negativo hacia México que a lo largo de nuestra historia han desempeñado la Iglesia Católica y los Estados Unidos, lo mismo que la dictadura porfirista, sesgo que ni los gobiernos panistas, abiertamente de derecha, se atrevieron a dar a los textos gratuitos de historia: “¿Puede creerse que los libros de texto de un gobierno panista, fuertemente influido por un punto de vista clerical, tengan una interpretación más liberal y laica de la historia que el gobierno priista actual?... ¿Verdad que parecía que el PRI era un partido de orientación laica?”

Tras un minucioso y documentado análisis del viraje ideológico hacia la ultraderecha que se observa en los textos e imágenes de la edición de 2015, Moreno concluye: “Enseñemos historia. Mostremos cómo fue que ocurrieron los hechos y evolucionaremos con rapidez porque no podemos cambiar nuestro presente ni nuestro futuro si no conocemos nuestro pasado. Si queremos cambiar la realidad para bien, hagamos que nuestros niños aprendan historia.”

¿Sobrevivirá nuestra identidad nacional ante esta nueva embestida, en un contexto mundial en el que el nacionalismo estadounidense se expresa e impone vigorosamente como punta de lanza de la globalización?

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.