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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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El Congreso de Apatzingán es disuelto por Manuel Mier y Terán y se nombra un Directorio Ejecutivo

15 de Diciembre de 1815

En Tehuacán Puebla, el Congreso de Apatzingán es disuelto por Manuel Mier y Terán; en su lugar se nombra un Directorio Ejecutivo; son designados el mismo Terán, Alas y Cumplido; éstos últimos, están más en calidad de prisioneros que de funcionarios, al separarse, disuelven el gobierno emanado del motín de Tehuacán.

Lo que pretende Terán es acaudillar el movimiento de independencia una vez que se entera de que Morelos ha sido aprehendido por los realistas y asegurar la adhesión de Victoria, Guerrero, Osorno y Bravo. Pero estos planes torpes son rechazados por ellos.

Luego del prendimiento del Generalísimo Morelos el Congreso, instalado en Tehuacán, Puebla, se comenzó a reorganizar: Ignacio Alas fue electo miembro del poder ejecutivo en sustitución de Morelos; nombró vocales suplentes a Juan José del Corral, Benito Rocha y a Juan Antonio Gutiérrez de Terán; integró el Supremo Tribunal de Justicia nombrando a Carlos María de Bustamante y Nicolás Bravo.

Manuel Mier y Terán, comandante de la plaza, se contrarió porque Ignacio Martínez -superintendente de Hacienda, con amplias facultades en la administración desde que el Congreso se hallaba en Uruapan-, comenzó a visitar las oficinas, a exigir cuentas a los empleados, removió algunos; entonces, Terán acusó a Martínez ante el Congreso de que arruinaría la administración en su departamento, y Martínez, a su vez, acusó a Terán de ocultación de fondos.

Desde el 1 de diciembre, el Congreso pasó a estar en la hacienda de San Francisco, cerca de Tehuacán. En México a Través de los Siglos los autores describen: “Terán maduraba el proyecto de disolver aquel cuerpo político y de asumir el mando supremo de la revolución. Todo induce a creer que este jefe abrigaba tal propósito anticipadamente: su poca diligencia en obedecer las órdenes de Morelos, quien le había prevenido que marchase a su encuentro; el disgusto que le produjo la noticia de que este jefe, después de atravesar casi toda la zona del Sur, estaba a punto de marchar sin tropiezo hasta Tehuacán, y finalmente, su empeño en confinar al Congreso en una hacienda, distante algunas leguas de ese último lugar, con el pretexto de que allí estaría con más seguridad. Pero sin el suficiente valor civil para afrontar la responsabilidad de sus actos, recurrió á una farsa indigna de su nombre y de sus limpios antecedentes”.

Ya tarde, la noche del 14 de diciembre, varios oficiales de sus tropas, “como si obrasen por cuenta propia”, apresaron al intendente Martínez, al brigadier Lobato, al coronel Sesma y a otros; luego, los mismos ocuparon la casa de Terán en las altas horas de la noche, y le presentaron un acta firmada por once jefes de la guarnición de Tehuacán en la que desconocían a las autoridades emanadas de la Constitución, suspendía del mando a Terán. A esa junta fueron convocados Alas, Cumplido y Bustamante; éste último, opinaba que no debía ser cambiada la forma de gobierno. “Terán, olvidando demasiado pronto el papel que había elegido en aquella comedia, habló largamente esforzándose en probar que bajo la forma de gobierno adoptada hasta entonces por la revolución, en vez de avanzar, había retrocedido de una manera lamentable; y los miembros del poder ejecutivo, Alas y Cumplido, presentes también, se redujeron á defender con dignidad la existencia del gobierno y de la Constitución”.

Es de llamar la atención, la forma que se separa el Congreso. En la mañana del 15 de diciembre, cuando la junta de oficiales, reunida en casa de Terán, acuerda la disolución del Congreso, y designan a Terán, Alas y a Cumplido “más bien en calidad de prisioneros que de gobernantes que acababan de ser elegidos…” como integrantes de la comisión ejecutiva, Francisco Pizarro con doscientos hombres y dos cañones, llega a la hacienda de San Francisco. Nicolás Bravo, comandante de las tropas encargadas de custodiar a la corporación, se apercibió a la defensa; “los miembros del Congreso le ordenaron que no hiciese resistencia y se entregaron prisioneros al enviado de Terán. Sus equipajes fueron saqueados por la tropa de Pizarro, y ellos, conducidos á Tehuacán, quedaron presos en el convento del Carmen, donde permanecieron hasta el 24 de diciembre en que Terán mandó que se les pusiese en libertad, pero con la condición de que saliesen inmediatamente de la ciudad. También fueron excarcelados los jefes y oficiales aprehendidos en la tarde del 14 de aquel mes…”. De esta manera, Terán se hizo de poder y la mañana de este mismo día, publicó una proclama (Ver Documento) sin firma, “consecuente con el disimulo y la cobardía que habían marcado todos sus actos en aquel asunto. Este documento, plagado de contradicciones, no engañó á nadie y demostraba que la ambición de mando de Terán fue el único motivo que lo guió en la trama que con tanta torpeza acababa de urdir”.

A Terán le interesaba lograr la adhesión de Victoria, Guerrero, Osorno y Bravo, quienes eran los jefes más ameritados e influyentes de la lucha por la independencia. Ninguno lo apoyó pese a sus esfuerzos de persuasión. En una exposición que les remite, Terán señala actos de ilegitimidad del Congreso “formado de suplentes elegidos entre sí y no de representantes del pueblo; en los desaciertos que habían marcado los pasos de aquel cuerpo, y lo acusaba de haber hecho que Morelos cayese en manos de los realistas, cuando cabalmente esta catástrofe bien y justamente pudiera achacarse á la negligencia del mismo Terán para cumplir las órdenes que con anticipación recibiera” y les expone un plan de gobierno (Ver Documento). “El plan y la torpe exposición de Terán fueron rechazados con indignado y altivo patriotismo por Guerrero y Victoria, y aunque Osorno manifestó su conformidad, nunca hizo nombrar al comisario que a su departamento se le señalaba…”

Disuelto el Congreso y el gobierno que emanó de la Constitución de Apatzingán, nadie obedeció a Terán y quedó confinado en Puebla, región que dominada “con feroz despotismo”.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.