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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Se sublevan separatistas auspiciados por colonos norteamericanos en San Antonio Béjar, Texas

4 de Diciembre de 1835

Hay constante temor de una guerra con los Estados Unidos, que no ceja en sus afanes expansionistas para incluir dentro de sus límites a esa región fértil, bien regada y con abundante en ganado.

El gobierno español otorgó una concesión de colonización a Austin, padre, para establecer trescientas familias católicas en esa provincia y muy pronto Texas se pobló de pequeñas, pero activas colonias norteamericanas. Los terrenos cedidos allí a ciudadanos mexicanos como Mejía, Zavala y otros, fueron vendidos a norteamericanos, que llegaban a establecerse en el rico estado.

Durante la primera administración de Bustamante se prohibieron las propiedades raíces de extranjeros en los Estados limítrofes, pero los norteamericanos continuaron su lenta invasión colonizadora a pesar de las medidas militares tomadas por el general Mier y Terán.

Para este tiempo, Texas ya estaba poblada por mexicanos nacidos ahí, colonos ilegales que aceptaban las leyes mexicanas, texanos rebeldes separatistas y mercenarios estadounidenses que eran enganchados en cantinas de Nueva York, Kentuky, Nueva Orleáns y otras poblaciones similares, como los famosos “Gray Volunteers”, en una operación encubierta norteamericana para acrecentar su territorio.

En 1833 Texas se había declarado desligado de Coahuila, estado del que formaba parte, bajo la influencia de los propietarios, como Lorenzo de Zavala, “a quien empujaban el interés, el odio intenso de jacobino y de sectario [...] la admiración incondicional por los Estados Unidos y su apego ingénito de yucateco por la federación y hasta por la autonomía y escisión de los Estados, llevó a Texas la noticia del advenimiento del centralismo. Los colonos, conmovidos profundamente por sus incitaciones elocuentes y por las de Austin, decidieron separarse de México y declararse independientes, seguros del apoyo eficaz de los Estados Unidos. Esto era triste e inevitable”, según refiere Justo Sierra.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.