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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Guillén de Lompard que había planeado deponer al virrey, adueñarse del poder e independizar la Colonia; es quemado vivo por la Inquisición

19 de Noviembre de 1659

A mediados del siglo XVII, era frecuente que el virrey o la Inquisición recibieran denuncias de conspiraciones en favor de la independencia de la Nueva España. Los movimientos en este sentido, provenían de mestizos, criollos o extranjeros y, en el caso de indígenas, los levantamientos eran frecuentes entre las tribus del norte, aunque estos tenían un carácter local. Sin embargo, hubo un intento de levantamiento general denunciado al Santo Oficio que llamó la atención: el de un irlandés llamado Guillén de Lampart, Lamport o Lombardo, a quien se acusó también de ser sospechoso de herejía, hecho por el que fue detenido este singular personaje y, en la formación de causa, se descubrió que Guillén pretendía adueñarse del poder, asumir el cargo de virrey y proclamar la independencia de Nueva España.

Según refiere Vicente Riva Palacio (México a Través de los Siglos), Guillén era un talentoso falsificador que a sabiendas que era común que llegasen instrucciones reales secretas a la Audiencia, muchas de ellas contra el virrey, y como el monarca había enviado también misteriosamente al obispo Juan de Palafox el nombramiento de virrey, luego de una intriga de la que resultó destituido el duque de Escalona, “tan pronto como llegase a México el conde de Salvatierra, que venia a sustituir al obispo Palafox en el virreinato, don Guillen haría falsificar el sello del papel que correspondía al año corriente, pues hasta ese momento no era conocido en Nueva España; provisto ya de sellos se pondrían con ellos los despachos reales para don Guillen, al que con titulo de marques de Cropal o Cropali, nombraba el monarca virrey y capitán general de la Nueva España; a esos despachos acompañarían cartas para la Audiencia y para los oidores, en particular, refiriéndoles como en la corte se tenia noticia cierta de la traición del marques de Salvatierra, y se encargaba y encarecía en obvio de mayores males, y en pro del mejor servicio del rey que ayudasen y favoreciesen al nuevo gobernante encargado de la aprehensión y destitución del virrey. Estas cartas debían venir dirigidas al provincial de San Francisco de México, instruyéndole del modo con que debía proceder secretamente en este asunto. Los oidores serian llamados por el provincial, a media noche, para concurrir al convento de San Francisco, a fin de tratar negocio urgente relativo al servicio de su majestad, y por su orden, sin advertirles mas; una vez reunidos en el templo, el provincial, presente don Guillen, haría dar lectura a los reales despachos, entregando sus cartas a los oidores, y obligando a todos, conforme a lo dispuesto por el monarca, a protestar obediencia y ayudar al nuevo virrey. Las cedulas, provisiones y cartas, debían ser entregadas al provincial de San Francisco, aprovechando la llegada de un navío aviso de flota a Veracruz, para que no diesen lugar a sospecha; pero si ese aviso no llegaba, entonces se supondrían traídos los pliegos por Campeche, y en ambos casos un indio correo los presentaría al provincial diciendo ser llegado desde el puerto.

Reconocido por la Audiencia como virrey, don Guillen se dirigiría a palacio en la misma noche con los oidores, custodiados por quinientos hombres, que con oportunidad debían estar ocultos en San Francisco, y notificándose al marques de Salvatierra las reales cedulas, se le reduciría a prisión, comenzando inmediatamente a gobernar el nuevo virrey; pero como esto no era sino el principio de la obra, y podían, volviendo de la sorpresa, reflexionar y desconfiar los oidores, y como no era tampoco difícil que de un momento a otro llegase correo verdadero de España y se descubriese la trama, y en fin, como el gran objeto era la independencia de las colonias, don Guillen haría levantar inmediatamente tropas de gente criolla, con el pretexto de prevenir cualquiera intento contrario a las disposiciones del rey, y estas tropas serian pagadas generosamente y mandadas por hombres comprometidos en aquella empresa y se encargarían de la guardia del palacio y de la custodia del prisionero marques de Salvatierra.

Seguro ya en el gobierno, pero sin que transcurriesen muchos días, don Guillen proclamaría la independencia de Nueva España, dictando, para asegurar el éxito de la empresa, las disposiciones que se leen en una de las diligencias de su proceso…”. Tales disposiciones se resumen a las promesas de beneficiar a quienes lo apoyen en su temerario plan y castigos a quienes no lo hiciesen; además, promete relevar a los indios de tributos; prohibir el comercio con España; liberar a todos los esclavos... según los documentos confiscados a Guillén, su plan iba tan avanzado que ya tenía redactadas cartas dirigidas a los gobernantes de otras naciones y hasta al Papa.

Nacido en Werford, Irlanda, en 1615, Guillen se hacía pasar por hijo de Felipe III y de una noble señora de Irlanda; tendría 27 años al ser detenido; sabía español, inglés, italiano, alemán, latín y griego; había estudiado matemáticas, filosofía, cánones, teología y derecho romano; conocía a los poetas y filósofos griegos y latinos, y había leído la mayor parte de las obras de los padres de la Iglesia y de los teólogos.

Había estudiado gramática en el colegio de la Compañía de Jesús en Dublín; matemáticas en la Universidad de Londres, siendo su maestro Juan Gray; filosofía y artes en el colegio de los niños nobles en Santiago de Galicia, y facultades mayores en San Lorenzo el Real; siendo muy joven, unos piratas ingleses los apresaron y luego de haber sido su jefe, huyó de ellos en Burdeos; de ahí fue a Paris y después a Bilbao. En España se ganó la confianza del marques de Mancera y lo recomendó al rey; y luego se ganó la protección del conde duque de Olivares, quien de facto controlaba el poder.

El proceso de Guillén duró de 1642 a 1659 y durante el mismo, se defendió de modo notable. En 1650 se fugó de la cárcel secreta del Santo Oficio y en lugar de esconderse, recorrió las principales calles, fijando en las esquinas, en la puerta de la catedral y en las de palacio, una especie de edicto manuscrito contra los inquisidores y el arzobispo. Pocas semanas después volvió a ser detenido por el Santo Oficio.

El 12 de mayo de 1643, Felipe IV pidió por una cédula real al Santo oficio que terminado el proceso de Guillen, por las acusaciones de astrólogo y hereje, fuese enviado a España con su proceso y papeles.

El miércoles 19 de noviembre de 1659, por sentencia de la Inquisición, en el solemne auto de fe es quemado vivo por ser “apóstata y sectario de Calvino, Huss, Wicleff y Lutero”, tras haber estado diez y siete años en la prisión.

En la sentencia dictada por los inquisidores y por la que se entrega el reo al brazo secular, dice: “… mandamos que esta nuestra sentencia… le sea leída y publicada en el cadalso donde hubiéremos de celebrar auto general de la fe, llevando puestas el dicho Don Guillermo Lampart las insignias de relajado y mordaza en la boca teniendo elevado el brazo y mano derecha asida por la muñeca a una argolla que para este efecto se pondrá en el lugar donde los reos oyen sus sentencias todo el tiempo que durare dicha publicación en pena de haber escrito con ella los libelos infamatorios y falseado cedulas de su Majestad y por esta nuestra sentencia definitiva juzgando así lo pronunciamos y mandamos…”. La sentencia del juez secular, que le es leída a Lampart, dice: “En la ciudad de México miércoles a diez y nueve días de noviembre de mil y seiscientos y cincuenta y nueve años estando en la plaza mayor de esta ciudad en los tablados altos de madera arrimado a las casas de cabildo y audiencia ordinaria haciéndose y celebrándose auto público de la fe por los señores inquisidores apostólicos desta nueva España fue leído una causa y sentencia contra don Guillen Lombardo de Guzmán que está presente por el cual se manda relaxar a la justicia y brazo secular por erexe pertinas… Fallo atento a la culpa que resulta contra el dicho Don Guillen Lombardo que debo de condenar y condeno a que sea llevado por las calles públicas de esta ciudad caballero en una bestia de albarda y con voz de pregonero que manifieste su delito a la plaza de San Hipólito y en la parte y lugar que para esto está señalado, se queme en vivas llamas de fuego, hasta que se convierta en cenizas y del no quede memoria y por esta su sentencia definitiva así lo pronuncio y mando en estos escritos y por ellos comparecer de hacer que se ejecute… Y luego incontinenti el dicho mes y año a horas que serán como las cinco de la tarde el dicho Don Guillen Lombardo caballero en una bestia de albarda con voz de pregonero. Por Don Marcos Rodríguez de Guevara alguacil mayor fue llevado por las calles acostumbradas a la plaza de S. Hipólito y a la parte y lugar diputado para este efecto, donde habiéndole puesto en un madero y este pertinaz fue quemado vivo su cuerpo hasta que se convirtió en cenizas, todo lo cual pasó en mi presencia, de que doy fe, testigos Juan Cortes y Antonio de Bobadilla. Ante mi Caspar de Rueda Escribano Real y publico”.

Guillén de Lampart escribió varios libros; algunos de ellos en prisión, entre ellos salmos y poesías en castellano y en latín. La siguiente octava es una de sus composiciones:

El robador de la divina llama
Si fue tan atrevido; desde luego
Le dio mas gloria, y sempiterna fama,
Al propio dueño, de su propio fuego;
Pues honra que la envidia no derrama,
Es un espejo muy cubierto y ciego:
Defecto tiene la sagaz pintura
Que no se pone a la común censura.

Será hasta el 25 de enero de 1667, cuando los inquisidores acuerden remitir a España el expediente de Guillén de Lampart.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.