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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Varios Diplomáticos son expulsados del país por haber tomado partido a favor de los conservadores.

Enero 12 de 1861

Es ordenada la expulsión de los representantes de España, Francisco Pacheco, de Guatemala, Felipe Neri del Barrio, de Ecuador, Francisco Pastos y del Nuncio Pontificio, por inmiscuirse en asuntos políticos del país, al haber tomado partido a favor de los conservadores.

La medida obedece a que una vez restablecido el gobierno de la República, se tenía que definir la manera en que se procedería contra los cabecillas reaccionarios. Así refiere el propio Juárez el hecho que ocurre en una reunión del gabinete: “El Sr. Ocampo, lo mismo que el Sr. De la Llave opinaron que debían ser expulsados de la República los obispos así como los Sres. Pacheco, Neri del Barrio y Pastor y los demás cabecillas fueran juzgados conforme a la ley de conspiradores. El Sr. De la Fuente opinó que los obispos y cabecillas debían sujetarse a juicio y castigarse conforme a las leyes. [...] sólo quedó acordado que se diera la orden respectiva a los ministros referidos y a Monseñor Clementi, publicándose la orden en los periódicos”.

Melchor Ocampo, ministro de Relaciones Exteriores, firma la carta enviada en los mismos términos a los embajadores y ministros mencionados: “El Excmo. Señor presidente interino Constitucional no puede considerar a usted sino como a uno de los enemigos de su Gobierno, por los esfuerzos que usted ha hecho a favor de los rebeldes usurpadores que habían ocupado en los tres últimos años esta ciudad. Dispone, por lo mismo, que salga usted de ella y de la República, sin más demora que la estrictamente necesaria para disponer o verificar su viaje. Como a todas las Naciones amigas, el Excmo. Señor Presidente respeta y estima a la España; pero la permanencia de la persona de usted en la República no puede continuar. Es, pues, enteramente personal por usted la consideración que mueve al señor Presidente a tomar esta resolución.”

Las reacciones y respuestas son variadas; pero lo que es notable de este hecho, es que para evitar la presión a Juárez por este suceso y para facilitar la buena marcha del gobierno, todo el gabinete renuncia por lo que llaman “un patriotismo bien entendido”.

Al día siguiente, Ocampo, en lo que parece un testamento político, enviará una carta a todos los gobernadores en la que con gran valor civil y profundas reflexiones políticas, explica la conveniencia de la dimisión colectiva del gabinete; declara que está presto a asumir las responsabilidades en que haya incurrido el gabinete de que forma parte; invita a tener confianza en Juárez y, en general, en los hombres del partido liberal. “[...] la dimisión del Gabinete, la separación mía del puesto [...] tiene la convicción y las ciencias de las doctrinas del progreso; alienta la fe que nace de ellas; para un grandioso porvenir y, con ánimo firme y corazón resuelto, sabrá llevar adelante los principios y castigar con todo rigor a todos los cómplices de la reacción y sus agentes hasta sus últimos ápices, para destruir sus postreras esperanzas, hacerlas imposible y restablecer el imperio de la ley y de la justicia.[...] en parangón con las grandes cosas deben despreciarse las miserias políticas.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.