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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Fidel Velázquez Sánchez

1900-1997

 

Fidel (¿Bonifacio?) Velázquez Sánchez nació el 24 de abril de 1900 (¿12 de mayo?) en San Pedro Atzcapotzaltongo, hoy Villa Nicolás Romero, Estado de México y fue hijo de los campesinos Gregorio Velázquez Reyna, varias veces presidente municipal de esa localidad, y de Herlinda Sánchez. Hizo sus estudios de primaria en su tierra natal, los que concluyó en 1914. Desde entonces se dedicó al trabajo: laboró en el campo. Al triunfo de la facción constitucionalista en 1916, se trasladó a la ciudad de México, en donde se empleó como mecánico en una maderería y también aprendió el oficio de carpintero. Después trabajó en Tlaxcala, cerca de Apam, y luego en Puebla en un rancho maderero, en el cual que resultó muerto su padre y él mal herido en un tiroteo entre obregonistas y carrancistas. Ya repuesto trabajó en la hacienda de Zoquiapan en Tlaxcala.

En 1920 entró a trabajar a la Compañía Lechera del Rosario, en el rancho del mismo nombre, cuyos restos se encuentran en la calzada Atzcapotzalco y Puente de Vigas, al norte de la Ciudad de México. En 1922 se dio a la tarea de organizar a los trabajadores, lo que le valió el despido. Sin embargo, fue tomado en cuenta para otras organizaciones obreras: pasó a ser secretario del Interior del Sindicato de los Trabajadores de la Industria Lechera en 1921.

Continuó laborando en el mismo ramo, y en 1924, trabajando en una planta pasteurizadora, conoció a los hermanos Alfonso y Justino Sánchez Madariaga, con quienes fundó el Sindicato de Lecheros Ambulantes, del que fue secretario general, afiliado a la Confederación Regional Obrera Mexicana CROM, la principal central obrera de la época. Cuando Luís N. Morones, su dirigente, fue acusado de ser el autor intelectual de asesinato del presidente Obregón, Velázquez se encargo de sus oficinas y de los sindicatos del Distrito Federal afiliados a la misma.

En 1929, Velázquez pasó a ser secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria Lechera en el Distrito Federal. Fue cuando decidió romper definitivamente con la CROM, ya que, como señalaba en un manifiesto “en las filas de la CROM no puede haber, ni ahora ni nunca, caudillos, ya que por derribar y destruir el caudillismo se ha ensangrentado por años el suelo patrio". Luís N. Morones los calificó de “lombrices que parten con rumbo desconocido”. Al día siguiente, en la celebración del 1º de mayo,  le respondió el sindicalista de la CGT Luís Araiza: “Torpe de usted, Morones, que en su calenturienta imaginación ve lombrices. Profunda su equivocación, porque los que usted califica de lombrices son cinco lobitos que pronto, muy pronto, le van a comer todas las gallinas de su corral”. Desde entonces Velázquez y su grupo formado por Jesús Yurén, Fernando Amilpa, Luís Quintero y Alfonso Sánchez Madariaga, fue conocido como “los cinco lobitos”.

Señala Javier Aguilar (Historia de la Confederación de Trabajadores de México) que “este grupo de líderes tenía una clara visión del momento político del país. Sabían que el asesinato de Obregón, en 1928, había tenido un fuerte impacto en la estructura política que se estaba creando en el país y en la vida misma de la CROM. El general Calles había roto públicamente con la CROM y, desde luego, corrió el rumor de que los líderes cromistas estaban relacionados con el asesinato de Obregón. A partir de estas circunstancias era difícil que la CROM mantuviera la misma fuerza que había poseído de 1918 a 1928. Por este motivo Velázquez y sus compañeros decidieron salirse y debilitar aún más a la CROM.” Muchos años después en una entrevista Velázquez recordó: “Defendimos a Morones contra Manríquez, Soto y Gama, que eran obregonistas y enemigos suyos; pero él no supo apreciar este gesto y nos atacó en un Consejo de la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal; fue entonces que decidimos separarnos y formar la Federación Sindical de Trabajadores del Distrito Federal en 1930”.

Al romper con la CROM, él y Luís N. Morones, se acercaron más al gobierno. Por ello respaldaron la formación del Partido Nacional Revolucionario, lo que hizo que el gobierno les otorgará prebendas tales como cargos en las Juntas de Conciliación y Arbitraje a las cuales correspondía el registro o cancelación de agrupaciones obreras, la calificación de huelgas y la ventilación de los litigios colectivos e individuales. Amilpa, Quintero, Sánchez Madariaga y Yurén, actuaban en las Juntas a nivel local, mientras que Velázquez lo hacía en el plano federal.

Así, de 1929 a 1932, Fidel Velázquez fue el representante obrero en los grupos especiales de la Junta Central de Conciliación y Arbitraje. Desde esa posición, Velázquez inició un fuerte activismo para ampliar su base social y, por ende, su poder en la burocracia sindical. De esa forma "ayudó" a organizar a restauranteros y cantineros, trabajadores del rastro, cerilleros, pequeños comerciantes, expendedores de carbón, de gasolina y a otros grupos menores y dispersos en toda la ciudad. Todo esto con violencia, como le confesó a Enrique Krauze (Caras de la Historia): "En un principio abusábamos de la violencia para controlar sindicatos y obreros, pero después ya no, porque en primer lugar, porque el movimiento obrero había madurado y ya no era necesario echar mano de la violencia para imponernos... una vez asentados ya no recurrimos a la violencia para resolver nuestros problemas, sino que usamos nuestra poca inteligencia para lograrlo". Eso le llevó en 1931 a ser nombrado representante obrero en la comisión redactora de la Ley Federal del Trabajo, primera norma laboral en México.

Al aprobarse la ley, se acentuó la injerencia gubernamental en los asuntos sindicales. Como en su tiempo lo señaló Rosendo Salazar: “El movimiento obrero no tendrá ya ni la fuerza ni el alcance que tuvo en sus momentos de mayor vida, pues por obra y gracia de la ley se convierte en una cuestión legal, en asunto jurídico. El sindicato, para poder tratar, habrá de ser reconocido y sus estatutos y decisiones serán revisados por los tribunales del trabajo. Los comités ejecutivos se registrarán y a la ley, solamente a la ley, deberán sus procedimientos. Las huelgas tendrán por objetivo el equilibrio de los factores de la producción. Antes dejaban los obreros el trabajo al sentir el golpe de la injusticia; también los patrones podían clausurar sus establecimientos con un motivo cualquiera conveniente a sus intereses. Serán las normas jurídicas, practicadas por jueces, líderes y abogados venales los que se impondrán en las juntas de conciliación y arbitraje de suyo pervertidas, y los trabajadores quedarán a merced de los traficantes de la justicia con máscara de defensores.”

En 1932, Velázquez fue secretario general de la Federación Sindical de Trabajadores del Distrito Federal, mismo año en que se convocó a una “Asamblea de Unidad”, con la Confederación de Obreros y Campesinos del Estado de Puebla, la Alianza de Ferrocarrileros, el Sindicato Mexicano de Electricistas, una de las fracciones de la CGT y un reducido grupo encabezado por el licenciado Vicente Lombardo Toledano, que en ese mismo año se había separado de la CROM.

En octubre de 1933, al fundar Vicente Lombardo Toledano la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, CGOCM, Velázquez y los otros lobitos decidieron formar parte de la nueva organización.

Escribe Miguel Ángel Granados Chapa (El Siglo de Fidel Velázquez): “Lombardo y Velázquez fueron los ejes de la nueva confederación. El maestro ocupó naturalmente la secretaría general. Fidel, por su parte, presidió el congreso inaugural, en diciembre de 1933, y fue elegido miembro del consejo nacional, compuesto por siete representantes propietarios. A partir de entonces, nunca iría solo a esas funciones: su suplente fue Alfonso Sánchez Madariaga. Y al año siguiente Velázquez sería sustituido par Fernando Amilpa como consejero.

La CGOCM se convirtió rápidamente en la principal central obrera del país. Su liderazgo resultaba una combinación idónea, pues Lombardo desarrollaba la tarea ideológica, y corría a cargo de Fidel el trabajo práctico y de organización. Durante el primer año de sus actividades, en 1934, participó en un gran número de conflictos, por lo que fue comprensible que al año siguiente se encontrara en el centro del gran litigio entre Calles y Cárdenas”.

Como gobernador de Michoacán, Cárdenas auspició la fundación de una central obrera local, por lo que a pesar de la oposición de Calles, como presidente de la República fomentó la agrupación de los trabajadores en una sola central. La lucha contra el callismo y las huelgas contra las empresas imperialistas requerían la unidad obrera.

El 15 de junio de 1935, a convocatoria del Sindicato Mexicano de Electricistas, surgió el Comité Nacional de Defensa Proletaria, CNDP. Fidel Velázquez y los “lobitos” participaron en la creación de este comité a través de su presencia en la dirección de la CGOCM. Según la publicación “Ceteme”, al Comité Nacional de Defensa Proletaria “se adhirieron la mayor parte de las centrales obreras y de los sindicatos nacionales de industria del país... Volvió a brotar la idea de constituir una central nacional”. Inclusive tomó parte la Confederación Sindical Unitaria de México, central obrera comunista.

Las organizaciones del CNDP dieron a conocer un pacto de solidaridad que contenía la amenaza de una huelga general "en el momento mismo en que aparezcan en el país manifestaciones de carácter fascista o de cualquier otra índole que pongan en peligro la vida de las agrupaciones obreras y campesinas de la república, o de los derechos fundamentales de la clase trabajadora"; o en caso de que "el Estado tolere o fomente organizaciones cuyo propósito o tendencias sean abiertamente contrarias a tales derechos". Además los pactantes declararon "estar en contra de la colaboración con la clase capitalista y que ajustarán sus principios a una táctica eminentemente revolucionaria y bajo el principio de la lucha de clases".

Concluye Granados Chapa en la obra mencionada: “Estaba allí, ya, la semilla de la que nacería en febrero siguiente: la Confederación de Trabajadores de México”.

Del 21 al 24 de febrero de 1936, desapareció la CGOCM y surgió la Confederación de Trabajadores de México, CTM. La corriente de “los lobitos” participó al lado de otras dos fuerzas: la lombardista y la comunista. Vicente Lombardo Toledano fue electo como secretario general. Fidel Velázquez resultó designado secretario de Organización y Propaganda. Señala Aguilar en el libro citado: “Esta designación no fue nada sencilla, previamente Fernando Amilpa había lanzado la candidatura de Velázquez por la corriente “sindicalista”; por otra parte, varios dirigentes de sindicatos nacionales propusieron la candidatura de Miguel Ángel Velasco, perteneciente a la corriente comunista. A los ojos de los cetemistas, la Secretaría de Organización y Propaganda era un puesto clave que no debía quedar en manos de los comunistas; el orden se alteró y la asamblea se vio al borde de la escisión. Aquí está implicada una confesión: para que no quedara Miguel Ángel Velasco en la Secretaría de Organización y Propaganda, se inició o se promovió un gran desorden en la asamblea por parte de los seguidores de Fidel Velázquez, quienes describen la situación de la asamblea como un estallido de gritos, bulla, descompostura, en una palabra”.

“El grado de presión de los “lobitos” aumentó cuando aparentaron que se salían de la asamblea…En eso se estaba (bulla, gritos) cuando las delegaciones más numerosas, sindicalistas, quisieron abandonar el recinto. ¡Los esfuerzos que se hicieron para impedirlo! Llamados a la serenidad. Mociones suspensivas. Se necesitó aplazar por breves instantes la elección a efecto de que el contingente, por cierto párvulo, recapacitara. Pero nada. El desorden prosiguió y la ruptura parecía definitiva. Un poco más y al diablo se hubiera ido todo. La decisión llegó y el camarada Fidel Velázquez fue electo como el secretario de Organización y Propaganda…Así los fidelistas, apoyados implícitamente por Vicente Lombardo -aunque no lo quisiera reconocer posteriormente-, lograron excluir a los comunistas de los puestos clave de dirección y especialmente a Miguel Ángel Velasco quien provenía de la Secretaría General de la CSUM, central promovida por los militantes del Partido Comunista de México.”

Así, reflexiona Granados Chapa en la obra citada: “Velasco, el que pudo haber sido y no fue, era un comunista once años atrás, en el momento de ser fundada la CTM. Panadero, líder de panaderos, había estado preso en las Islas Marías,  y organizó a los jornaleros de las fincas de Lombardía y Nueva Italia, en Michoacán. Expulsado de la CTM y luego del Partido Comunista, participó en varias iniciativas marxistas, entre ellas el Movimiento de Acción y Unidad Socialista, cuya sigla, MAUS, parecía una simpática remisión a su apodo, El ratón. Al ceder en su candidatura, los comunistas se rindieron anticipadamente, y trazaron el camino que conduciría a su expulsión.

Poco diestros en la táctica, ingenuos en la maniobra, los comunistas propiciaron el ascenso de Fidel Velázquez, que daba muestra de lo que sería su modo de ser. No dijo una palabra en el congreso. No descubrió su pensamiento. Impuesto por la habilidad de sus cofrades, no tuvo empacho en hacer suya una doctrina en la que no creía.

Sin dificultad alguna, adoptó la ideología socialista de la CTM. Se comprometió a cumplir su declaración de principios, discutida y aprobada en los días previos a su ascenso. Anunció, con el resto de sus compañeros, que ‘el proletariado de México luchará fundamentalmente por la total abolición del régimen capitalista’. Y a pugnar también, tal como lo prescribió el lema cetemista, por una sociedad sin clases”.

Los siguientes años, Velázquez dedicó su talento organizador a acrecentar la membrecía de la CTM, aun mediante el uso eventual de brigadas de choque y sin importarle disputas hasta con la CNC, o la SEP, o el breve encarcelamiento como el que sufrió en Hermosillo en 1937, por el gobernador y general Román Yocupicio, al tratar de organizar la federación de los trabajadores de Sonora. Al mismo tiempo, se empeñó en preparar su camino para sustituir a Lombardo, mediante ganar nuevos aliados como el poblano Blas Chumacero y eliminar posibles aspirantes.

Ese mismo año, Velázquez representó a la CTM  en un encuentro con la federación obrera texana en San Antonio, para estudiar la situación de los trabajadores mexicanos en el sur de los Estados Unidos.

También desde estos años, los dirigentes de la CTM, como Amilpa, Yurén y Sánchez Madariaga, comenzaron a ocupar diputaciones y senadurías. Y con la inminente nueva organización sectorial del PNR, que se convertiría en el Partido de la Revolución Mexicana PRM, en el futuro, los líderes de la CTM disputarán escaños y curules periódicamente, con los dirigentes de los otros sectores CNC y CNOP.

En marzo de 1938, Velázquez participó en la fundación del Partido de la Revolución Mexicana PRM y en septiembre del mismo año, en la organización de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), la cual fue presidida por Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez como secretario general. Ambos tomaron parte también en enero de 1939 en la constitución de la Confederación de Trabajadores de Cuba.

El 3 de noviembre de 1939, con el “destape” del general Manuel Ávila Camacho, por primera vez,  Velázquez participó en la comisión encargada de notificar a un candidato presidencial que había sido decidida a su favor su postulación. Así, desde una situación ya muy poderosa, apoyada por el propio Ávila Camacho, Velázquez se perfiló como candidato único para suceder a Lombardo, era el candidato del apaciguamiento, pues el radicalismo cardenista comenzaba a ser mero pasado.

El 27 febrero 1941, Fidel Velázquez fue nombrado secretario general de la CTM por vez primera, para un periodo de dos años. Según “Ceteme”: “Sin pugnas divisionistas, sin choques sangrientos, sin ofensas para nadie, se obtuvo la transición entre el anterior comité nacional encabezado por el Lic. Vicente Lombardo Toledano y el presidido por Fidel Velázquez… El evento se verificó en la Arena Nacional con la asistencia de 4,589 delegados, procedentes de todas las entidades de la República”. Lombardo, sólo acertó a aconsejar a Velázquez la renovación constante de los cuadros cetemistas, lo cual nunca siquiera intentaría Fidel: “Usted, camarada Velázquez, estimule a la juventud, elija a los mejores, a los que se distingan, rodéese de la juventud, contribuya a formar dirigentes de nuestros sindicatos. La vida dentro de pocos años nos pondrá al margen de la lucha, porque habremos quemado nuestro organismo y nuestro corazón en la pelea, y si no nos ponemos al margen, nos pondrá la gente al margen de todos modos”.

Velázquez tomó posesión con un llamado a la unidad y una condena a la proliferación de grupos, pero en realidad inició la expulsión de todo aquel con posibilidad de disputarle el mando de la CTM. Así comenzó a verse reducida en la Confederación de Trabajadores de México la influencia de Vicente Lombardo Toledano, quien había impulsado la candidatura para sucederlo del general Celestino Gasca, organizador de los batallones rojos del constitucionalismo.

Asimismo, Velázquez instaló un liderazgo absoluto e indisputable que se prolongaría durante más de cincuenta años mediante sucesivas reelecciones en 1943, 1950. 1956, 1962, 1967,1974, 1980, 1986 y 1992, hasta su muerte, con un breve periodo de 1947 a 1950, en que la secretaría general de la CTM, fue ocupada por Fernando Amilpa, del mismo grupo comandado por Velázquez.

Con la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial, las pugnas entre las diversas centrales de trabajadores llegaron a su fin, conforme a la política de unidad nacional del presidente de la República Manuel Ávila Camacho. Para Velázquez: “De hoy en adelante... hemos dejado definitivamente liquidadas por parte de la CTM todas nuestras diferencias con las demás centrales obreras; abrimos nuestros brazos para estrecharlos fuertemente y unirlos dentro del propósito que todos los mexicanos tenemos, de defender a nuestra patria. A la CROM, a la CGT, a la Proletaria, a la COCM, a todas las organizaciones independientes, les declaramos desde ahora que no hemos de ser nosotros jamás, ni en tiempos de guerra ni en tiempos de paz, los que hemos de dar motivo a que nuevamente surjan diferencias entre los trabajadores”.

No obstante, en los siguientes años, por las pugnas con Velázquez, diversos sindicatos como los de electricistas y ferrocarrileros irán saliendo de la CTM para permanecer independientes o formar nuevas centrales.

En abril de 1945, Velázquez firmó el Pacto Obrero-Industrial, por el que se estableció una alianza del capital con el trabajo y el Estado para impulsar la industrialización nacional, alianza que significó una limitación severa de los ingresos obreros. La firma de este pacto se repetirá ritualmente el resto de la vida de Velázquez.

En el sexenio de Miguel Alemán, ocupó una senaduría del Distrito Federal y viajó a La Habana, Cuba, en compañía de Ramón Beteta a la Conferencia Mundial del Comercio y el Empleo. En ese país conoció a su esposa, Nora Quintana, originaria de la isla y segundo matrimonio de Fidel Velázquez, ya que anteriormente había enviudado. La Familia Velázquez Quintana tuvo tres hijos: Nora, médico pediatra; Fidel, arquitecto y Guillermo, dedicado a la abogacía.

Durante el breve lapso en que Velázquez dejó formalmente la dirección de la CTM, Amilpa consumó la expulsión de Vicente Lombardo Toledano y desafilió a la CTM de la Confederación de Trabajadores de América Latina, creada y dirigida por el mismo Lombardo, así como de la Federación Sindical Mundial, donde también Lombardo ocupaba el cargo de vicepresidente. Esta política de Amilpa no obedeció sólo a las pugnas internas de la CTM, fue también producto de la política de industrialización del presidente Miguel Alemán y en un contexto más amplio, de la Guerra Fría anticomunista: los sindicatos democráticos o que disentían de la política cetemista eran golpeados hasta implantar el “charrismo sindical”, impuesto de manera violenta en el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros en octubre de 1948, en el Sindicato de Trabajadores Petroleros en agosto de 1949, en el Sindicato Minero y en otras tantas agrupaciones obreras antes democráticas y autónomas.

Señala Aguilar en el libro citado que el “charrismo” o sindicalismo blanco, llamado así por la afición a la charrería de un famoso y corrupto líder obrero, “constituyó una práctica de los llamados ‘lobitos’ para mantenerse en el poder y ampliar su fuerza en el plano social, sindical y político; también fue una política implantada por el conjunto del Estado, como un mecanismo que le permitiera consolidar su poder; finalmente fue un proceso social y político que se generalizó en el continente americano con la llamada posguerra o Guerra Fría; es decir, el capital y el Estado de EE.UU. promovieron un tipo de dominación sobre la clase obrera en cada parte de América, especialmente sobre los obreros organizados”.

En enero de 1951, Velázquez impulsó la fundación de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores ORIT, de corte anticomunista, como filial de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres CIOSL.

Su larga carrera política comenzó con su participación en 1945 y 1946 en la transformación del Partido de la Revolución Mexicana PRM en Partido Revolucionario Institucional PRI, y obtuvo su primer cargo de elección popular como Senador por el Distrito Federal para el periodo 1946-1952. En las siguientes décadas fue senador y diputado federal en varias ocasiones. Después, en el sexenio de 1952-1958, Fidel Velázquez Sánchez ocupó la Secretaría de Acción Política del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. “Formamos parte del PRI, que es el que decide en todo caso sobre las elecciones presidenciales, estatales y municipales. Nunca ha sido la CTM exclusivamente sino todos los sectores del Partido; esa es la mejor forma de hacer práctica la democracia y conservar los principios que pregona la Revolución Mexicana”.

Sin embargo, respecto las actividades políticas de Velázquez, escribe Granados Chapa: “Su acción estaba orientada por la lógica del poder institucional. Eso significaba, entre otras cosas, mostrarse como dúctil instrumento de la política presidencial, ser sensible a sus orientaciones, percibir órdenes que no se expresan. Y adular, adular, adular… El halago rompió sus propias cotas y llegó al servilismo en octubre de 1951, cuando se exploraba la posibilidad de la reelección presidencial. El comité nacional de la CTM, encabezado por Fidel Velázquez, otorgó al presidente un título que, no obstante la diferencia jerárquica, era sustancialmente igual que el de ‘Alteza Serenísima’ conferido a Santa Anna un siglo atrás: se lo declaró "Obrero de la Patria", se lo nombró secretario general honorario de la CTM y se anunció un Homenaje Nacional (así, con mayúsculas) que se realizaría el 7 de diciembre siguiente”.

Pero este homenaje no obstó que el presidente Alemán haya impulsado la creación en abril de 1952 de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos CROC, para enfrentarla a la CTM.

En la década de los cincuenta, preocupado por crear la unidad orgánica del movimiento obrero mexicano en una central única, Velázquez fundó el Bloque de Unidad Obrera, BUO, al que se incorporaron algunos sindicatos independientes de la CTM. En plena guerra fría, en realidad, el propósito “democrático” de la nueva agrupación de sindicatos era promover el anticomunismo, ya que más que luchar por el ejercicio de la democracia, se trataba de pugnar “porque desaparezca de nuestro medio la infiltración de cualquier tendencia sociológica inadecuada para la idiosincrasia de nuestro pueblo, que provoque la confusión de las conciencias que aun no tienen concepto justo y definitivo del valor inapreciable que significa la práctica de la democracia”…

En septiembre de 1957, Fidel Velázquez fue nombrado miembro del Secretariado de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, (CIOSL). Su designación se realizó en el Congreso Mundial de la CIOSL que tuvo lugar en la ciudad de Túnez. En 1962 fue designado vicepresidente de la misma durante su reunión en Berlín. Así, la dirección cetemista se mantuvo disciplinada a las organizaciones sindicales de corte internacional, promovidas por EE.UU.

Durante el movimiento de los ferrocarrileros de febrero de 1959, Velázquez lo denunció como un intento comunista de apoderarse del movimiento obrero y demandó al gobierno de Adolfo López Mateos, no reconocer liderazgos sin aval de la CTM.

Pero el presidente López Mateos trató de equilibrar el peso de la CTM en el sindicalismo nacional mediante el auspicio de la Central Nacional de Trabajadores CNT, que agrupó buena parte de las organizaciones que habían salido de la CTM. Se pretendía la independencia sindical, la autonomía seccional en los sindicatos y en general la democratización interna. La respuesta de Velázquez fue visceral, pero terminó por subordinarse y halagar al poder presidencial, pese a los desaires de López Mateos de que fue objeto.

En febrero de 1966, a instancias del presidente Gustavo Díaz Ordaz, Velázquez promovió la Asamblea Nacional del Proletariado Mexicano, de donde surgió el Congreso del Trabajo (CT), una gran central que agrupó todas las centrales sindicales del país y en la que Fidel Velázquez Sánchez ocupó numerosos puestos y en varias ocasiones, fue su presidente.

Durante el movimiento estudiantil de 1968, Velázquez y los principales líderes cetemistas denunciaron  a “los agitadores profesionales de los más variados matices, que obedeciendo consignas extrañas, solamente persiguen alterar el orden público y minar la autoridad del gobierno... El seudo movimiento estudiantil es atentatorio de la mexicanidad, lesivo a la nación, perjudicial a la patria, netamente subversivo. Ante él, los trabajadores mexicanos deben tornarse agresivos, tender un cerco y liquidarlo… les pedimos a los obreros cetemistas que al grito de ¡viva México!, defendamos a Gustavo Díaz Ordaz no como persona física, sino como representante de las instituciones nacionales, la patria y el pueblo mexicano”.

El 9 de octubre de 1972, Velázquez encabezó en Cuernavaca, Morelos, un acto de protesta contra el obispo Sergio Méndez Arceo y los 14 sindicatos que habían desertado de la CTM. Condenó el apoyo que les había brindado el obispo, a quien, sin nombrarlo, lo identificó como el “tío Lucas” que aparece en la televisión.

En 1973 debido al conflicto suscitado por el nombramiento de Joaquín Gamboa Pascoe como sustituto de Jesús Yurén en la Federación de Trabajadores del Distrito Federal, los disidentes consignaron a Velázquez ante la comisión de honor y justicia de la propia CTM por “abuso de autoridad sindical, porque ha permitido que subsista la imposición de líderes, como un mentís a la democracia sindical… los hechos convierten al señor Velázquez en delincuente del orden sindical y lo imposibilitan legal y moralmente a seguir medrando en las filas del movimiento obrero”. Fue absuelto.

En 1979, recibió la medalla Belisario Domínguez que otorga el Senado de la República. Al respecto de las múltiples distinciones recibidas declaró: “He recibido muchas satisfacciones, pero la mayor de todas es haber conseguido gran parte de las metas que nos fijamos desde un principio en la CTM. Lo que nos falta es consolidar lo que hemos hecho y aspirar a que el obrero tenga una vida mejor en todos los sentidos, y que políticamente llegue a tener más intervención en las decisiones nacionales”.

Con el acceso de los gobiernos neoliberales de Miguel De la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo se iniciaron los esfuerzos por establecer un nuevo sistema de relaciones laborales más flexible para permitir una mayor ductibilidad de la mano de obra mexicana. Los salarios reales se redujeron sistemáticamente, los contratos colectivos se restringieron en diversas cláusulas; varios líderes fueron encarcelados o sustituidos. Asimismo, el gobierno redujo el gasto social real, particularmente en salud, vivienda y educación.

Sin embargo, la CTM encabezada por Velázquez poco hizo por defender los intereses de los trabajadores y continúo siendo útil a la política de los gobiernos del PRI en esos años de crisis económica, aunque siempre conservó una retórica que inclusive amenazaba con una huelga general. Así suscribió los Pactos de Solidaridad en 1983 y 1984, los Pactos para la Estabilidad y el Crecimiento en 1987 y 1994, y la Alianza para la Producción en 1995, que en términos reales significaron una importantes reducción del poder adquisitivo de los trabajadores y la cancelación en los hechos del salario mínimo y otras conquistas alcanzadas en las décadas anteriores.

Famoso por su subordinación absoluta a la voluntad presidencial, Velázquez aconsejaba esperar la decisión superior, pues “el que se mueve no sale en la foto”. Así fue el primero en “destapar” a casi todos los candidatos presidenciales del PRI; se cuenta que en el último destape en el que participó, al conocer de labios del presidente el nombre de quien lo sucedería, exclamó: “Nos adivinó el pensamiento, Señor Presidente”. Alguna vez declaró a Krauze, ya citado, "que había durado más tiempo que Morones o Lombardo en la organización obrera porque yo no ambicioné ser presidente, como ellos. Los dos quisieron serlo y esa fue su muerte".

Su subordinación se mantuvo aun cuando fue detenido Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, con quien lo unía una estrecha amistad, Velázquez sólo se permitió una vaga y cauta protesta y después le dio la espalda.

En una de sus últimas entrevistas declaró: “Tengo 93 años, camino con el siglo, durante diez años viví la dictadura porfiriana; el resto de mi vida lo he vivido en la Revolución, ahí me he criado y formado, y al amparo de esta también he creado a la CTM”. Ante la desintegración del mundo socialista, señaló: “Nosotros nunca estuvimos de acuerdo con esos sistemas. Si en algo se distinguió nuestra organización desde que se fundó, fue porque no quiso formar parte del socialismo internacional”.

Al cumplir 95 años, Velázquez dispuso que la CTM, en lugar de celebrar con un desfile obrero el 1º de mayo, se organizara una fiesta en un recinto cerrado. Ya para entonces, “Fidel Velázquez ha pasado a ser casi un despojo. Lastima al sentido de la dignidad verlo derrengado sobre las poltronas que lo admiten fatigadas, con la corbata floja, fuera de lugar. El rostro macilento, que antaño llegó hasta a ser levemente mofletudo, está partido por mil arrugas, cada una cuidadosamente labrada, pero no para constituir un conjunto armonioso, sino para entreverarse entre sí, para enmarcar los ojos ocultos tras las antiparras negras, la boca fruncida de la cual salen a borbotones murmullos inaudibles.

Y luego, cuando es preciso ponerlo de pie, se requieren varios ayudantes para la maniobra. Con una pierna casi paralizada, y un brazo inútil después de una caída en 1995, su esfuerzo por figurar en público, por exponerse a la mofa de humorosos reporteros que lo rodean en son de chacota cada lunes, podría ser enternecedor si no resultara patético.

Esa resistencia a advertir el paso del tiempo, a reconocer su anacronismo, a ignorar que el futuro lo ha alcanzado, identifica a Fidel Velázquez con el régimen político mexicano. Por eso es dable hablar de su fisonomía como de un dato no personal, sino como la metáfora del sistema que ayudó a nacer y acaso ayude a morir. Su rostro ajado, sus fatigas, sus quebrantos, son los de la clase política de que ha sido ejemplo y resultado”, escribe Granados Chapa en su libro citado.

Antes de concluir su periodo como secretario general de la CTM, que terminaba hasta 1998, el 21 de junio de 1997, a los 97 años de edad y víctima de un paro cardio-respiratorio, Fidel Velázquez Sánchez falleció en el Hospital del Estado Mayor Presidencial, en la ciudad de México. Antes había expresado: “Yo ya no tengo futuro. Estoy terminando mi vida biológica y sindical. Sólo pienso terminar mi periodo actual. Debí retirarme hace 30 ó 40 años, pero no me fue posible…“La persona que llegue a ocupar mi puesto, sólo puede ser una: la que sea verdaderamente trabajadora como yo lo fui. Porque un trabajador siente la lucha y actúa en favor de los de su clase”.

La última disposición que dejó al comité nacional de la CTM fue “mantener la unidad, trabajar y dar buenos resultados en las próximas elecciones.” Lo sustituyó en el mando el líder electricista Leonardo Rodríguez Alcaide, conocido como “la güera Rodríguez”.

Fidel Velázquez Sánchez fue la gran figura de enlace y control del movimiento obrero organizado con los gobiernos priístas, los cuales lo consideraron indispensable para llevar adelante el desarrollo estabilizador, creían que sólo él poseía la capacidad de controlar al mundo sindical mexicano, desde los sindicatos de empresa hasta el Congreso del Trabajo. A través de la central, a cambio de la subordinación a los dictados gubernamentales de los sindicatos afiliados a la CTM, durante más de cincuenta años consiguió prebendas para la burocracia sindical, además de puestos públicos y candidaturas a cargos de elección popular para los líderes obreros, quienes llegaron a ocupar gubernaturas, curules y escaños por varias décadas, e inclusive heredar liderazgos sindicales como el de Napoleón Gómez Sada y otros más a nivel de los estados. Respecto a la importancia que la CTM bajo su liderazgo llegó a alcanzar, pocos años antes de morir Velázquez dijo: “No lo imaginé, pero todos teníamos la misma aspiración: hacer del sindicalismo un movimiento fuerte, vigoroso y combativo, que defendiera las principales causas del trabajador, su salario, su trabajo, el trato justo, digno y decoroso de los patrones y fomentar el propósito de superación de la masa obrera”.

Fue Fidel Velázquez una pieza fundamental en el funcionamiento del corporativismo mexicano, ya que a través de su liderazgo y su organización, el gobierno priísta logró mantener subordinados a los trabajadores, lo que fue fundamental para el funcionamiento del régimen autoritario. Por su agresividad frente a la oposición política y al sindicalismo independiente, se hizo célebre su frase de “con balas llegamos, y sólo con balas nos sacarán”. Sin embargo, esta misma inmovilidad de los dirigentes de la CTM hizo que la organización envejeciera al parejo que sus principales líderes y que la poderosa organización obrera que fue en 1940 llegara a ser en los noventa una organización caduca y poco relevante para los gobiernos priístas neoliberales.

 

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

 

Efeméride. Nacimiento 24 de abril de 1900. Muerte 21 de junio de 1997.