Autora: Doralicia Carmona Dávila.

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ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Scott Winfield

1786-1866

Nació el 13 de junio de 1786 en la granja propiedad de su familia ubicada en el condado de Dinwiddie,  Virginia, cerca de Petersburg. Estudió derecho en el Colegio William & Mary de Williamsburg. Fue hijo de una familia acaudalada y famosa, pues su padre era considerado héroe de la guerra de Independencia de Estados Unidos. Cabo de caballería en la milicia de Virginia, en 1808  fue comisionado como capitán de artillería en Nueva Orleáns. Debido a su comportamiento de insubordinación y crítica a sus superiores, siendo ya coronel, fue suspendido por un año por una corte marcial

De regreso al servicio activo, en 1812 fue capturado por los ingleses en la batalla de Queenston Heights y más tarde intercambiado por prisioneros británicos. Entonces presionó al Senado norteamericano para que aprobara una acción punitiva en contra de los ingleses por haber ejecutado, como traidores a Inglaterra, a 13 de sus compañeros por ser de origen irlandés, después de que cayeron prisioneros junto con él. Los senadores estuvieron de acuerdo con disponer la ejecución sumaria de los prisioneros ingleses, pero el presidente Madison, vetó la ley por considerarla indigna de seres civilizados.
 
El 25 de julio de 1814, resultó herido en la batalla de Lundy's Lane, en Niágara, cuando comandaba la Primera Brigada del Ejército Norteamericano, siendo ya general brigadier. Fue así como ya no pudo continuar en la guerra que Estados Unidos sostenía contra los británicos. Pero fue ascendido a general de división honorario y condecorado con una medalla de oro del Congreso. Además ganó una buena reputación por su disciplina y por su preocupación por los campamentos salubres y por sus soldados heridos, lo que le ganó el apodo de “Old Fuss and Feathers” (viejo meticuloso y puntilloso en el vestir). Desde entonces demostró su preferencia por los soldados regulares, no por los voluntarios.

Scott contrajo matrimonio y se dedicó a escribir libros de guerra. En 1830, tradujo al inglés varios manuales del ejército de Bonaparte y publicó “Abstract of Infantry Tactics, Including Exercises and Manueuvres of Light-Infantry and Riflemen”, para ser usado por el ejército norteamericano.

Regresó al servicio activo en 1832, en la guerra contra los indígenas Sac y Fox que bajo el mando del jefe Halcón Negro, retomaron sus antiguas tierras en el norte de Illinois causando el pánico de los colonizadores blancos.

Participó exitosamente en la solución de la llamada “crisis de nulificación”, del presidente Jackson contra el Estado de Carolina porque éste declaró inconstitucionales las tarifas federales, en la que mostró un gran tacto diplomático.

Tras la firma del fraudulento tratado de Nueva Echota, en 1838 Scott fue enviado por el gobierno estadounidense al frente de las tropas encargadas de desalojar a la Nación Cherokee de sus tierras ancestrales. La captura de los inconformes, así como el desalojo y la marcha forzada, resultó en la muerte de casi un tercio de la población Cherokee, acontecimiento al que se denominó como "el camino de las lágrimas"* (la marcha etnocida hacia las nuevas reservaciones). Scott tuvo la intención de viajar con los desplazados para asegurarse del buen trato y alimentación adecuada de los indígenas, pero finalmente no lo hizo por órdenes superiores. Asimismo, al año siguiente, tomó parte en la solución de las disputas entre militares de Maine y los oficiales británicos de la frontera con Canadá.

En 1840, publicó en tres volúmenes  “Infantry Tactics, Or Rules for the Exercise and Maneuvre of the United States Infantry”, que estaría en uso hasta 1855.

En 1841, alcanzó el rango más alto del ejército norteamericano: de general en jefe.

Durante la guerra de Estados Unidos con México, el 23 de noviembre de 1846, el presidente Polk encargó a Scott asumir el mando de las tropas invasoras con el propósito, no de reforzar las operaciones del ejército del general Taylor (posible contrincante de Polk en futuras elecciones), que desde el norte había iniciado exitosamente, pero sin lograr el objetivo de obligar al gobierno mexicano a negociar la venta de territorio y hacer la paz, sino de atacar por el flanco (Golfo de México) para tomar la capital de México, con apoyo de la armada, táctica que sería muy usada en guerras posteriores por el ejército estadounidense.

Este segundo ejército que contó con el apoyo de los cañones de la flota del comodoro Matthew C. Perry, tras un intenso bombardeo del puerto, desembarcó en Veracruz con más de doce mil soldados regulares y voluntarios, en la mayor operación anfibia emprendida hasta entonces por los Estados Unidos. El puerto defendido por sólo 3,800 hombres pronto capituló, tras doce días de ataque.

“Durante el terrible bombardeo de Veracruz y después de un día en que se sembró la muerte sin distinción alguna entre hombres, mujeres y niños, los cónsules de Francia, España e Inglaterra en esa ciudad dirigieron la noche del 24 de marzo de 1847 una nota conjunta al general Scott pidiéndole que suspendiera las hostilidades por tiempo suficiente ‘para que sus respectivos compatriotas pudieran salir de ese lugar con sus mujeres y sus hijos, así como las mujeres y los niños mexicanos’. Hasta qué punto los terribles sucesos de aquel día justificaban tal solicitud, cosa es que puede deducirse claramente del informe rendido por el jefe de la artillería esa misma noche al general: ‘Nos hemos limitado -decía- por falta de bombas, a disparar nada más una cada cinco minutos durante el día’; y agregaba el artillero que se iba a mandar a las baterías esa noche para su empleo al día siguiente una carga completa.

El 25 el general Scott envió a los cónsules una negativa terminante a su petición, basándola en que los neutrales habían podido abandonar el puerto antes de que se le bombardeara; y por cuanto a las mujeres y los niños mexicanos, las advertencias que Scott hizo a la ciudad antes del ataque no se tomaron en cuenta, por lo cual ahora no se concedería una tregua, a menos que se rindiera el puerto”. (William Jay. Causas y consecuencias de la guerra mexicana).

Acciones innecesarias de violencia y represión exageradas, de muerte de civiles y destrucción de casas y edificios provocaron espanto, dolor y miseria entre gente inocente, y caracterizaron el desarrollo de esta guerra cruelmente conducida. Asimismo, todo acto perpetrado en contra de los soldados norteamericanos, de sus bienes o de sus líneas de abastecimiento fue castigado con la ejecución inmediata a sangre fría. En contraste, no se castigó con la misma vara la conducta de muchos soldados voluntarios norteamericanos que impunemente se dedicaron al robo, al saqueo y a la violación de mujeres.

"Como la mayoría de los líderes militares de su época, Scott había estudiado con fruición las guerras napoleónicas y entendía que la campaña en el centro de México, densamente poblado, podía verse obstaculizada de forma seria y quizás incluso contenida por una población movilizada: la guerra de guerrillas podía mantenerse durante mucho tiempo y podía significar la sentencia de muerte no sólo para muchos soldados estadounidenses, sino también para los sueños de Estados Unidos de conseguir derechos sobre los territorios mexicanos. Scott también era muy consciente de los crímenes que los voluntarios estadounidenses habían cometido en el norte y de que esos crímenes habían encolerizado a los habitantes de la región y los había puesto en contra del ejército estadounidense, y creía que la mejor manera de evitar la movilización de la población civil en contra de su ejército era prevenir actos similares. En consecuencia, desde el principio Scott se esforzó por evitar que sus tropas cometieran crímenes contra la población civil; asimismo, insistió en que su ejército pagaría todas las provisiones que adquiriera a los civiles, pero ninguna de esas medidas fue particularmente popular entre sus tropas, en particular entre los voluntarios [...] Con todo, parece ser que los soldados estadounidenses del ejército de Scott cometieron menos crímenes contra la población civil que los del ejército de Taylor, lo cual hizo que los costos de la guerra para la población civil fueran menores durante la mayor parte de la campaña de Scott.

Es probable que la población civil mexicana se haya beneficiado de los esfuerzos de Scott, pero esos esfuerzos no evitaron la resistencia de los guerrilleros [...] la guerra de guerrillas en el este y el centro de México empezó después de la batalla de Cerro Gordo y continuó hasta el final del conflicto armado". (Guardino Peter. La marcha fúnebre).

La acción de los guerrilleros impidió a Scott establecer una línea estable de abastecimiento entre Veracruz y México, por lo que primero amenazó con represalias a las autoridades mexicanas que no les entregaran a los guerrilleros y después con la imposición de multas. Como la guerrilla causaba tantas o más bajas al ejército estadounidense que las tropas regulares mexicanas, encargó de su persecución a los cuerpos estadounidenses de voluntarios más sanguinarios, como los texanos, especialistas en exterminar indígenas americanos, quienes cometieron las mayores atrocidades en contra de la población civil. Finalmente, en diciembre de 1847 ordenó el fusilamiento de todos los guerrilleros que habían capturado en el curso de la guerra, como lo registró Scott en las Memorias que escribiría años después. En su informe oficial señaló que los guerrilleros eran simples delincuentes, incapaces de cualquier sentimiento patriótico, y que en la ciudad de México la resistencia se había dado por presidiarios liberados que se dedicaron a robar las casas de los ricos.

Además, por su preocupación de que la guerrilla comandada por algunos sacerdotes como el padre Jarauta, fuera capaz de provocar una rebelión importante de la población civil que no fuera capaz de reprimir el ejército invasor, trató de demostrar que los estadounidenses no estaban contra el catolicismo, que se respetarían las propiedades y se otorgarían a los mexicanos derechos similares a los ciudadanos norteamericanos. Al efecto, Scott mismo asistió a una misa en una iglesia del puerto de Veracruz, ya en sus manos.

Se cree que habiendo leído el libro de William H. Prescott titulado Historia de la Conquista de México, Scott decidió con la asistencia de Robert E. Lee, seguir la ruta de Hernán Cortés, primer conquistador de México para apoderarse de la capital de nuestro país. Fue así que Scott marchó hacia la ciudad de México al frente de 8,500 hombres. Santa Anna lo esperaba en Cerro Gordo con doce mil efectivos, pero la artillería mexicana disparó prematuramente a la avanzada de dragones montados enviada por Scott, descubriendo sus posiciones, de modo que el general norteamericano pudo flanquearlos con su artillería, hacer fracasar sus planes defensivos y derrotarlos. Mientras las bajas de los invasores fueron de alrededor de 400, la mexicanas ascendieron a más de mil, además de tres mil prisioneros.

Enseguida, Scott tomó la segunda ciudad más grande de la época: Puebla, que se rindió sin hacer la menor resistencia.

Escribe Vicente Fuentes Díaz (La intervención norteamericana en México): “Luego que el general Scott se posesionó de la plaza de Veracruz, entró en relaciones con el obispo de Puebla, D. Pablo Vázquez, por conducto del cura Campomanes, de Jalapa, y el obispo le dijo: ’si me garantizas que serán respetados las personas y bienes eclesiásticos, yo te ofrezco que en Puebla no se disparará un solo tiro’. ‘Aceptado’, dijo el general americano. El obispo, para cumplir su palabra, hizo que sus agentes intrigasen el Congreso del Estado, para que fuese nombrado gobernador el hermano de su secretario, D. Rafael Inzunza, y éste, luego que se encargó del gobierno del Estado, - pasó una comunicación al gobierno general, en que le decía que no teniendo Puebla elementos con qué defenderse, no debía esperarse que aquella ciudad hiciera resistencia al ejército invasor. Hizo más aquel prelado: por su influencia, don Cosme Furlong, que era el comandante general, despachó a Izúcar de Matamoros todo el armamento y material de guerra que habían dejado en la plaza los cuerpos que por ahí habían transitado para atacar al enemigo en Veracruz y en Cerro Gordo”.

Además de la colaboración del alto clero, que en Puebla llegó a amenazar con excomunión a quien matara soldados estadounidenses, Scott contó con la ayuda de la Mexican Spy Company, creada por el presidente Polk, que al frente de un agente encubierto llamado Hitchcok, reclutó delincuentes mexicanos cuya misión consistía en merodear en los cuarteles y campamentos para recabar información sobre las operaciones futuras del ejército nacional y darle una ventaja más a los invasores norteamericanos. Paralelamente, para prevenir cualquier resistencia civil, se realizaba una intensa propaganda entre la población para convencerla de las grandes ventajas que obtendría de la anexión con los Estados Unidos.

Así, tras las batallas de Padierna, Churubusco, y Molino del Rey, el 13 de septiembre de 1847, Scott llegó a las inmediaciones del castillo de Chapultepec. Habiendo capturado en Churubusco a soldados del Batallón de San Patricio, formado por irlandeses que habían abrazado la causa de México, Scott ordenó que fueran ahorcados en masa en la Plaza de San Jacinto, justo en el momento en que la bandera norteamericana ondeara en ese castillo como muestra de la victoria obtenida sobre los mexicanos. Este acto de extrema venganza y crueldad, violatorio de las leyes elementales de la guerra, mancharía para siempre su honor militar.

Tras ocupar Chapultepec, los norteamericanos toman las garitas de Belem y San Cosme. "Esa noche, los estadounidenses dispusieron su artillería pesada cerca de la puerta de San Cosme y dispararon algunos morteros contra el Centro de la ciudad. El mensaje estaba implícito, pero fue entendido por todos: los estadounidenses se encontraban ya lo bastante cerca de la urbe densamente poblada como para hacer lo que habían hecho en Veracruz, es decir, obligar a la capitulación por medio del bombardeo de la población civil.

Después de que los estadounidenses ocuparon Palacio Nacional, Winfield Scott salió a un balcón para felicitar a sus tropas, pero varias mujeres interrumpieron al general, particularmente corpulento, gritándole ‘¡Cállate costalón!’ y los enfrentamientos se sucedieron… los violentos combates se prolongaron a lo largo de todo el 14 y gran parte del 15 de septiembre.

La respuesta de los estadounidenses fue muy severa: “rápidamente desplegaron su artillería y destruyeron las casas desde las que los mexicanos disparaban sus armas o arrojaban piedras; asimismo, apuntaron la artillería contra las multitudes, usando metralla, el tipo de munición que se usaba durante las batallas para atacar directamente a la infantería; además, se ordenó a los soldados que forzaran y saquearan todos los edificios desde donde les dispararan y que mataran o capturaran a sus habitantes. En ocasiones, con base en su particular interpretación de esas órdenes, los soldados afirmaban haber oído disparos desde algunas mansiones para después saquearlas. Los mexicanos que fueron capturados combatiendo a los estadounidenses fueron ejecutados en el acto y, en algunos casos, sus cadáveres fueron expuestos como advertencia. Hubo incluso mexicanos desarmados que fueron ejecutados; el 14 de septiembre, Ethan Allen Hitchcock escribió en su diario: "muchos mexicanos han sido asesinados [...]. Hace apenas unos momentos, vi que un mexicano desarmado era asesinado deliberadamente y me pareció horrible"; en palabras de Daniel Harvey Hill, fue ‘Un día de tanto derramamiento de sangre y brutalidad como espero no volver a ver nunca…” (Guardino, ya citado).

Por otra parte, los regidores Urbano Fonseca y José María Saldívar, acompañados por el oficial mayor del ayuntamiento, Leandro Estrada y por el intérprete Juan Palacios viajaron a Tacubaya a pedir a Scott garantías para la ciudad muy atemorizados porque la soldadesca saqueara las mansiones y violara a sus mujeres y éste respondió que no firmaría capitulación alguna; sin embargo, les dio la garantía de honor de que se respetaría a la población civil y nombró al general Quitman gobernador civil y militar de la ciudad. Por su parte, el obispo hizo cantar un Te Deum para celebrar la victoria; muchos ricos lo apoyaron, aplaudiendo a los invasores, y algunos vieron con agrado la idea de la anexión a Estados Unidos.

Sin embargo, ante la tenaz resistencia de los grupos más pobres de la población, Scott envió sus emisarios al arzobispo y al ayuntamiento de la ciudad a advertirles que ordenaría a su ejército el saqueo de todas las iglesias y las casas si la resistencia continuaba. Asimismo, ordenó que fueran voladas todas las casas desde donde se agrediera a sus soldados y los vecinos fusilados sin mayor formalidad.

La victoria de Estados Unidos no sorprendió a nadie, pues la superioridad en armamento usado por las fuerzas norteamericanas era evidente, ya que los mexicanos se defendían con armas inglesas que databan de las guerras con Napoleón. Asimismo, los efectivos movilizados por los invasores ascendieron a 78,790 soldados, mientras el gobierno mexicano nunca rebasó los 40,000. Además, la inestabilidad y las luchas políticas dividían a los mexicanos, al grado de que más que pelear contra los invasores, gastaban tiempo y recursos luchando entre sí.

Al final de la guerra, se estima que los soldados norteamericanos muertos en batalla fueron 1,733, los heridos 4,152 y los muertos por otras causas como la fiebre amarilla 11,538. Los mexicanos registraron más de 25,000 bajas entre muertos y heridos.

El general Scott fue el primer militar de Estados Unidos en asumir el gobierno de un país derrotado y ocupado (un siglo después el más famoso sería Douglas MacArthur en Japón). Como gobernante civil y militar de un país ocupado, Scott dictó varias medidas.

Publicó el 17 de septiembre de 1847 una ley marcial, a pesar de que después de tres días de combates callejeros en la capital, la lucha abierta había cesado, pero las agresiones a los norteamericanos continuaban y en cuanto algún soldado invasor se alejaba del centro de la población y penetraba en los barrios, era apuñalado; asimismo, para evitar ataques de los muchos guerrilleros, colocó en cada una de las puertas de entrada de la ciudad, con dirección a las calzadas, piezas de artillería, tomando, durante las noches, todas las precauciones que juzgaba convenientes al objeto.

Pero la violencia, el odio popular y la resistencia de la población no cesaban porque los soldados norteamericanos, especialmente los voluntarios que cada vez eran más y sin uniforme, se dieron con insolencia a castigar por mano propia a quien sentían los ofendía, así como al robo, a la violación de mujeres, al alcoholismo y hasta a las riñas entre ellos mismos. Entonces Scott formó una contraguerrilla con los asesinos que sacó de la cárcel de Puebla. También contrató espías mexicanos que infiltrados en las reuniones de resistencia, denunciaban a sus participantes. Estas acciones fueron reprobadas aquí y en Estados Unidos. "No honra ciertamente, ni á los Estados-Unidos ni al general Scott, el haber buscado la cooperación de unos seres que por sus crímenes y su degradación merecían el desprecio universal." (Zamacois Niceto. Historia de Méjico).

En el ámbito político, Scott permitió que tuvieran efecto elecciones municipales. Para la población, estas elecciones eran importantes por la actitud que había asumido el ayuntamiento en funciones a la caída de la capital. "Nadie podrá, sin manifiesta injusticia, negar á aquel ayuntamiento el mérito de haber sido la única corporación que, corriendo riesgos, y sin arredrarse por compromisos, se apresuró á interponerse y salir á la defensa de la población, en los momentos mismos en que el retiró la fuerza armada, y el repentino desaparecimiento del gobierno abrieron, por decirlo así, las puertas de la ciudad. A su patriótica interposición, á su paternal tutela, unidas á los humanos y generosos sentimientos del jefe norteamericano Scott, se debieron las garantías de que se había disfrutado". Sin embargo, por lo menos con anuencia de Scott "se fraguó una representación que firmaron unos cuantos hombres oscuros y desconocidos. Estos hombres tomaron la voz de todos los habitantes del distrito: formaron sus elecciones, y erigieron, bajo los auspicios y protección del conquistador, una asamblea municipal, otorgándole poderes para hacer una multitud de reformas, por supuesto, si eran del agrado y conformidad de los dominadores." (Apuntes para la historia de la guerra entre Méjico y los Estados Unidos). En pocos meses, el nuevo ayuntamiento hasta ofrecería un magnífico banquete a Scott y sus generales, en el que el general brindaría por la paz y algún miembro del ayuntamiento por la anexión a los Estados Unidos.

Con la iglesia Scott mantuvo buenas relaciones, a pesar de que convirtió la mayor parte de los conventos de monjas y frailes de la capital, en cuarteles y hospitales, dado el número creciente de su tropa. Inclusive el 4 de noviembre visitó con sus generales al arzobispo Juan Manuel Irisarri en su sede y al día siguiente, lo recibió en su propio cuartel. Este acercamiento fructificaría en el mes de diciembre, en la liberación de mexicanos detenidos y acusados por delitos menores.

Para Scott, como para los norteamericanos, los gastos de la guerra debían minorarse con las rentas ordinarias del país de que se encontraban en posesión: "al ocuparse la plaza o las plazas principales de cualquier Estado, el pago al Gobierno federal de esta República, de todas las contribuciones e impuestos de cualquier clase y nombre que recaudaba anteriormente, digamos en el año 1844, ese Gobierno, quedan absolutamente prohibidos, porque tales contribuciones o impuestos se exigirán de las propiedades civiles para el sostenimiento del ejército de ocupación". Así que se hizo cargo del cobro de todas las rentas generales del gobierno mexicano y de las particulares de los Estados y ciudades, además de imponer contribuciones y sacar recursos de toda especie con aplicación a los gastos de la guerra.

El 23 de noviembre siguiente, Scott decretó que "habiendo tomado posesión de la ciudad de Méjico y sus inmediaciones el ejército de los Estados Unidos el día 14 de Setiembre, todos los derechos y autoridades del gobierno mejicano en, y sobre el distrito así ocupado, quedaban investidos en los Estados-Unidos"; por lo tanto, ninguna venta de bienes eclesiásticos seria legal sin el consentimiento de las autoridades norteamericanas y cualquier infracción al decreto causaría la confiscación de dichos bienes, en beneficio de los Estados Unidos. El propósito era controlar toda fuente de recursos que pudieran ser utilizados eventualmente en contra de los estadounidenses.

"Sin contar, pues, con los muchos medios de que se valieron para sacar desde entonces los gastos de la guerra de la nación á donde habían llevado ésta, y para sostener en parte, decía el general Scott, la ocupación militar de la república de Méjico por el ejército norteamericano, se les asignó el 31 de Diciembre á los diversos Estados ya ocupados ó que se fuesen ocupando, las contribuciones siguientes: Chihuahua 49,118 duros, Coahuila 5,657, Chiapas 21,692, Durango 85,556, Guanajuato 255,576, Jalisco 236,338, Méjico estado y distrito federal 668,332, Michoacán 287,712, Nuevo León 50,437, Oajaca 84,160, Puebla 424276, San Luis 11,260, Sinaloa 35,524, Sonora 5,000, Tabasco 59,060, Tamaulipas 71,332, Veracruz y Aguascalientes 249,076. Esta asignación era el cuádruplo de las contribuciones directas que pagaban los Estados al gobierno federal mejicano, y aunque es cierto que los norte-americanos habían abolido las loterías nacionales así como las alcabalas y derechos de internación, sin embargo era exorbitante la cantidad impuesta. Los Estados se encontraban arruinados por las continuas guerras civiles, faltos de población, devastadas las fronteras por las frecuentes incursiones de los indios bárbaros, teniendo que contribuir á la vez á las apremiantes necesidades del gobierno mejicano, y, por lo mismo, la contribución asignada por Scott era el aniquilamiento de los pueblos". (Zamacois Niceto. Ya citado)

Además, Scott dispuso: "Si estas medidas no bastan a obtener el pago regular que se señala a cada Estado, el jefe de las fuerzas de los Estados Unidos en dicho Estado procederá inmediatamente a recaudar en dinero o en especie, de los habitantes más ricos que no sean amigos neutrales y que estén a su alcance, el monto del tributo señalado a ese Estado.

Para allegarse más recursos, a partir del 1° de enero de 1848, Scott autorizó el funcionamiento de tres casas de juego en la ciudad de Méjico, mediante una contribución de quinientos duros al mes por adelantado asignada a cada una de ellas. Curiosamente, antes había prohibido las loterías.

Tras los convenios de paz firmados el 2 de febrero de 1848, Scott dispuso, dos días después, que todo el territorio conocido como valle de México fuera anexado al Distrito Federal y puesto bajo la jurisdicción del ayuntamiento de la ciudad de México que había impuesto, lógicamente se modificaron las cuotas de su contribución antes asignadas.

Mientras Scott gobernaba México, en el Senado norteamericano se cuestionaba el derecho del presidente y por lo tanto de Scott a establecer, por su voluntad y su gusto soberanos, gobiernos civiles y nombrar gobernadores, a organizar tribunales de justicia y designar magistrados, a señalar los emolumentos que deben percibir los funcionarios civiles e imponer contribuciones a los mexicanos sin consultar al Congreso y sin que ninguna ley que autorice el ejercicio de esas prerrogativas. ¿Cómo puede el Presidente de los Estados Unidos derogar las leyes de Hacienda de México y establecer en su lugar una nueva, podría modificar la ley que rige el derecho de propiedad, la ley de sucesión, el código penal o cualquiera otra parte del derecho mexicano?

"Aunque no está permitido por la Constitución que el Presidente nombre a su albedrío y placer a un solo funcionario, ni que tome del Tesoro un solo centavo, el Presidente estableció un sistema de tarifas e impuestos interiores en México; nombró a una horda de recaudadores y acumuló, a su disposición, todos los ingresos que pudieran arrebatarse a punta de bayoneta a los mexicanos infelices y empobrecidos; y todo esto lo hizo el Presidente sin la más ligera autorización del Congreso.

También ha establecido, por su voluntad y su gusto soberanos, gobiernos civiles en Nuevo México y en California, y ha nombrado gobernadores, ha organizado tribunales de justicia y ha designado magistrados, etc., sin consultar siquiera al Congreso y sin que ninguna ley en lo absoluto autorice el ejercicio de esas altas prerrogativas, y aun ha señalado los emolumentos que deben percibir los funcionarios civiles que ha creído conveniente nombrar." (William Jay. Causas y consecuencias de la guerra mexicana).

Pero ya el gobierno civil y militar de Scott llegaba a su fin por divisiones internas. Señala Roa Bárcena (Recuerdos de la Invasión Norteamericana 1846-1848) las dificultades que existían entre los generales invasores una vez concluida la guerra y ocupada la ciudad de México: “en los partes oficiales de los jefes de división acerca de las acciones de guerra habidas en el Valle de México, cada jefe solía hablar de las operaciones militares como si él mismo hubiera formado el plan y sido el ejecutor único de todas ellas. Desde luego se comprenderá que si esto era ocasionado á desagrados y rivalidades entre los mismos jefes de división, tampoco podía dejar contento y satisfecho al caudillo principal Scott, cuyo carácter de comandante del ejército y cuyas funciones directivas eran, de hecho, desconocidos. Ripley dice, á su vez, que en los partes de Scott aparecían como ejecutados en cumplimiento de sus órdenes, hechos que en los partes de sus subordinados eran atribuidos á la casualidad ó á la inspiración de éstos: que aquel reclamaba como exclusivamente suyas medidas de la mayor importancia para asegurar el triunfo, mientras las versiones de los demás acerca del autor de tales medidas eran del todo opuestas: que la contradicción se hizo más notable en los partes de Worth, Pillow y Quitman; siendo Twiggs el único de los mayores generales con quien Scott no tuvo que disputar sobre la materia; y que á muy poco de la ocupación de la capital, se echó de ver que el repetido Scott estaba resuelto á insistir en apropiarse la gloria principal de todas las operaciones”.

"Si alguna prueba —dice Ripley— se hubiera necesitado para demostrar lo incoherente de muchas de las operaciones del ejército americano, las disputas del general en jefe con tres de los generales de división, habrían bastado en el particular. Que sobre puntos de menos valía hubiera habido discrepancia, nada tendría de raro; mas, cuando las diferencias eran tantas y de tamaño bulto, las reclamaciones de los generales subordinados deben haber sido fundadas."

A finales de 1847, los problemas entre los generales Scott, Worth y Pillow comenzaron a dirimirse jurídicamente, al grado que los dos últimos fueron arrestados y el 13 de febrero de 1848, Scott fue obligado a “dejar el mando del ejército, haciendo uso de la licencia que desde Puebla había pedido con fecha 4 de Junio; y los generales Worth y Pillow y el teniente coronel Duncan debían ser puestos en libertad.

A consecuencia de las órdenes é instrucciones relativas recibidas en México, Scott entregó al general Butler el mando del ejército el 18 de Febrero” (de 1848).

Los problemas entre estos generales norteamericanos serían llevados a tribunales hasta que sin llegar a probar los cargos que se hacían entre sí y sin sanción alguna, el caso se cerró definitivamente el lº de Julio de 1849. Sin embargo, “los incidentes y el resultado de tal juicio desprestigiaron á Scott é hicieron naufragar su candidatura, que el partido whig había propuesto para la presidencia de los Estados-Unidos y que, como es sabido, cedió más tarde el puesto á la de Taylor.”

En 1852, a la muerte del presidente Taylor, Scott fue nominado candidato presidencial del Partido Whig, (formado para oponerse a las políticas del presidente Jackson y al Partido Demócrata), pero fue abrumadoramente derrotado por el Demócrata Franklin Pierce, también veterano de la guerra con México.

En 1855, el Congreso de Estados Unidos en un acto sin precedentes nombró a Scott general teniente, rango sólo conferido hasta entonces a George Washington.

En 1859, pudo solucionar pacíficamente en la costa norte del Pacífico, la disputa con los británicos por la isla de San Juan.

En abril de 1861, al inicio de la Guerra Civil, Scott estaba al frente del ejército norteamericano y pensaba que la guerra concluiría rápidamente; contaba con el apoyo del general Robert E. Lee, pero cuando dicho general renunció para asumir el mando del ejército de la Confederación, fue al general Irvin McDowell, a quien correspondió la defensa de la ciudad de Washington asediada por los sureños. Entonces Scott formuló su Plan Anaconda, en el que contemplaba ocupar posiciones clave como el río Mississippi y puertos de la costa atlántica y del golfo de México para desde ahí bloquear los puertos confederados y marchar a Atlanta la capital de los sureños. Sin embargo, ya a la edad de 75 años estaba incapacitado para viajar a las líneas de fuego, además de que siempre había sido demasiado corpulento (pesaba más de 130 k) para montar a caballo grandes distancias.

Finalmente, el 1º de noviembre de ese mismo año de 1861, después de la derrota de Ball's Bluff, y debido además a sus dificultados con el general George B. McClellan, Scott fue removido por el presidente Lincoln y sustituido por McClellan. Así terminó su carrera militar después de haber estado en servicio activo durante unos 53 años, la trayectoria militar más larga en la historia de los Estados Unidos.

Así terminó su carrera militar después de haber estado en servicio activo durante unos 53 años, la trayectoria militar más larga en la historia de los Estados Unidos.

Sin embargo, durante ese medio siglo la guerra más importante en la que Scott participó fue contra México. Ya estaba en retiro durante las grandes batallas de la Guerra Civil de Estados Unidos. Por lo que como militar nunca alcanzó la gloria de las victorias obtenidas por generales franceses, ingleses o rusos en las grandes batallas de las guerras europeas de la época, en las que se enfrentaron ejércitos de cientos de miles de hombres con potencia de fuego similar. En México, en las escasas batallas libradas, nunca se enfrentaron entre sí ni diez mil soldados, independientemente de la franca superioridad de los estadounidenses y de la patética inferioridad de los mexicanos. Si se sumaran todos los efectivos participantes en todas las acciones bélicas efectuadas en México, no superarían el número de combatientes de una sola de aquellas grandes batallas europeas.

A partir de entonces, Scott se dedicó a escribir los dos volúmenes de sus memorias y a viajar por Europa. Después se retiró a la academia militar de West Point, New York, (de la que nunca fue alumno) y ahí murió el 29 de mayo de 1866, donde también fue sepultado.

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Su memoria fue honrada con monumentos, y varios lugares llevan su nombre, así como de las batallas en que participó, entre ellas, Cerro Gordo y Buena Vista en Iowa, y Churubusco en Indiana.

 

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efemérides: Nacimiento 13 de junio de 1786    Muerte 29 de mayo de 1866.

 

*Agradezco las observaciones del Dr. David Díaz Infante Maldonado.