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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Vasco de Quiroga

1470?-1565

Nació el 3 de febrero de 1470 (¿) en Madrigal de las Altas Torres, Ávila, España, en el seno de una familia originaria de Galicia. Hay dudas acerca del lugar donde Quiroga realizó sus estudios de derecho, algunos consideran que fue en la Universidad de Valladolid, otros suponen que fue en Salamanca, donde hizo la carrera de abogado, misma que concluyó en 1515. En ejercicio de su profesión, fue juez de residencia del Corregidor en Orán y representante de la Corona en los tratados de paz de 1526 con el rey de Tremecén, ciudad de Argelia. Fue también,  juez en la Cancillería Real de Valladolid.

En 1530, cuando desempeñaba una comisión en Murcia, recibió una comunicación de la reina designándolo oidor de la segunda Audiencia de México, por recomendación del arzobispo de Santiago, Juan Tavera y los miembros del Consejo de Indias. El nombramiento obedecía a la crisis política que se había provocado por la mala actuación de la primera Audiencia, presidida por Nuño de Guzmán.

El 6 de septiembre de 1530, Quiroga salió de Sevilla y llegó a la Nueva España en enero de 1531 para desempeñar su cargo en la Audiencia, presidida por Sebastián Ramírez de Fuenleal e integrada por los oidores Juan de Salmerón, Alonso Maldonado y Francisco Ceynos. Durante los siguientes dos años, Quiroga contribuyó a restablecer el orden y la justicia, a poner los cimientos de la organización administrativa de la colonia y a la creación de nuevos poblados (como Puebla de los Ängeles); a la construcción de templos, monasterios y colegios, así como de caminos, puentes y obras de abastecimiento de agua. Pero lo más importante fue su participación en las medidas tomadas por la Audiencia en favor de los indígenas.

Además de sus funciones de oidor, a los seis meses de su llegada, Quiroga  solicitó licencia al Consejo de Indias para organizar pueblos de indios. Al igual que Zumárraga y otros frailes, compartía el propósito de agrupar a los indígenas que vivían dispersos, aislados y frecuentemente nómadas, y que eran víctimas fáciles de los encomenderos, la diferencia con ellos era que Quiroga promovía el establecimiento de pueblos con instituciones de vida comunitaria que se basaban en ideas que tomó de Tomás Moro, San Ignacio de Loyola, Platón, Luciano y desde luego, del Evangelio.

Sin esperar la respuesta de la autoridad colonial, Quiroga compró con su propio peculio tierras a dos leguas de la capital, reclutó familias indígenas otomíes y náhuas para que erigieran en ellas sus casas, financió las actividades productivas agrícolas y ganaderas necesarias para su manutención, levantó una gran cruz y nombró Santa Fe al poblado. En un pequeño oratorio, ubicado frente al pueblo que fundó, Quiroga se dedicó a estudiar náhuatl y a escribir sermones, al mismo tiempo que leía y anotaba el libro de la Utopía de Moro.

Al poco tiempo, la prosperidad que produjo su esfuerzo, atrajo a miles de indígenas que recibieron el bautismo y en su caso, contrajeron matrimonio cristiano; muchos de ellos optaron por radicar ahí y aceptaron llevar la vida ordenada, laboriosa, y devota que les ofrecía Quiroga. Santa Fe llegó a tener treinta mil habitantes y contaba con un templo, una escuela, un orfanato y una casa de cuna para niños indígenas. Ahí se otorgaba asistencia a los enfermos y necesitados, se impartía educación y se evangelizaba a los indígenas, se realizaba el trabajo en común y se repartían equitativamente los bienes producidos.

En 1533, Quiroga partió como visitador hacia Tzintzuntzan, en Michoacán, encargado por el rey de verificar que se cumpliera la prohibición de la esclavitud indígena. El tormento y asesinato del cacique tarasco Caltzonzin. por Nuño de Guzmán y el mal trato que los conquistadores daban a los indígenas, habían provocado su rebelión, por lo que la primera tarea de Quiroga fue la pacificación de la región.  Con el apoyo de un solo soldado y de algunos franciscanos y agustinos, en cuatro años restableció la paz en Michoacán.

Cuando en 1534, Carlos V derogó la prohibición de la esclavitud indígena, Quiroga escribió su célebre Información en derecho, que envió al emperador al año siguiente, en donde afirmó que a los encomenderos no conviene que los nativos “sean tenidos por hombres sino por bestias” y señaló que los indios no merecen perder su libertad: “Creo cierto que aquesta gente de toda esta tierra y Nuevo Mundo, que cuasi toda es de una calidad, muy mansa y humilde, tímida y obediente, naturalmente más convendría que se atrajesen y cazasen con cebo de buena doctrina y cristiana conversación, que no que se espantasen con temores de guerra y espantos de ella”...Quiroga tenía esperanza de que la Iglesia primitiva del tiempo de los apóstoles renaciera en los indígenas que están “casi en todo en aquella buena simplicidad, obediencia y humildad y contentamiento de aquellos hombres de oro del siglo dorado de la primera edad, siendo como son por otra parte de tan ricos ingenios y pronta voluntad, y docilísimos y hechos de cera para cuanto de ellos se quiera hacer”... “todos naturalmente inclinados a todas estas cosas que son fundamento de nuestra fe y religión cristiana, que son humildad, paciencia y obediencia, y descuido y menosprecio de estas pompas, faustos de nuestro mundo y de otras pasiones del ánima, y tan despojados de todo ello, que parece que no les falta sino la fe, y saber las cosas de la instrucción cristiana para ser perfectos y verdaderos cristianos”....

Para realizar su ideal evangélico de vida comunitaria entre los indios e impedir los abusos de los encomenderos, Quiroga organizó a las comunidades indígenas conforme al modelo puesto en práctica en Santa Fe. En la zona del lago de Pátzcuaro fundó hospitales y enseñó diversos oficios, de modo que cada comunidad ejerciera un oficio determinado para enlazarlas todas por la necesidad de los intercambios. Los hijos heredaban el oficio de sus padres, de modo que su arte se desarrollara. Así, por ejemplo, la comunidad de Teremendo se dedicó a la curtiduría; Uruapan a las lacas; Paracho a los muebles e instrumentos musicales; Santa Clara al cobre; Nurío a los tejidos de lana; Patambán a la alfarería; San Felipe a la herrería; Cocupao, hoy Quiroga, al labrado de maderas. Además impulsó la agricultura e introdujo el cultivo del plátano y el ganado equino, lanar y porcino.

Los pueblos fundados por Quiroga eran a la vez lugares para vivir, hospital y escuela, centros de instrucción misional, artesanal y agraria, y también albergue para viajeros. En estas comunidades los indígenas encontraron igualdad, afecto y protección contra los encomenderos y comenzaron a llamarle "Tata Vasco", que en purépucha significa padre Vasco.

Cuando en 1537, las autoridades religiosas consideraron necesaria la creación de una diócesis paralela a la de la ciudad de México para descentralizar algunas funciones tanto religiosas como administrativas y acelerar la evangelización en lugares estratégicos como Michoacán, el obispo Fray Juan de Zumárraga nombró a Quiroga, obispo de Michoacán y el 22 de agosto del siguiente año, en un sólo acto recibió todas las órdenes sacerdotales. Quiroga escribió: "Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de Michoacán".

Desde este cargo, Quiroga cambió la sede del obispado a Pátzcuaro, en donde fundó el Hospital de Tzintzuntzan y la casa de expósitos de Santa Fe de la Laguna. Construyó la catedral que dedicó a Nuestra Señora de la Salud. Asimismo, extendió su labor de organización de las comunidades indígenas. En 1542 fundó el Colegio de San Nicolás, en cuyo Seminario convivían indígenas y españoles que aprendían latín, teología dogmática y moral, además de ejercitarse en la vida espiritual; así fue posible que los sacerdotes y religiosos misioneros salidos de San Nicolás evangelizaran en lengua indígena.

Según Daniel Gómez Escoto (La Utopía Vasco de Quiroga): “El ideal de Quiroga se planteaba en general, como la fundación de poblados agrícolas, sujetos a ordenanzas y convivencia con frailes que hicieran hábito de virtud. Basado en la semejanza del indígena con los apóstoles, en la humildad y simplicidad con que se mostraban, deseaba implantar una forma parecida a la primitiva iglesia cristiana... Quiroga sigue hasta su vejez con el mismo ideal creador, y es entonces cuando redacta las llamadas Ordenanzas para los dos hospitales-pueblo principales: el de México y el de Michoacán, llamados los dos: Santa Fe”... Dichas Ordenanzas estaban inspiradas en la Utopía de Tomás Moro. Asimismo, recogieron el mito de la edad de oro, en donde existía abundancia de bienes que todos disfrutaban dentro de la libertad, igualdad, simplicidad, bondad y alegría lúdica en que convivían. Además, Quiroga vio en el Nuevo Mundo la posibilidad de renovar una iglesia católica ya envejecida, cuyo renacimiento le permitiría asumir el papel central que debía tener en la sociedad, de modo que fuera capaz de conducir a todos hacia la salvación cristiana.

Según las Ordenanzas, la organización de las familias del campo y la ciudad, así como la manera de distribuir los frutos es comunal, no existen propietarios, sino usufructuarios de los bienes. La propiedad comunal no puede ser enajenada; no hay lujos; tampoco se acepta la comunidad de mujeres ni la existencia de esclavos. En cada familia se cultivan hortalizas y flores; las vivienda son sencillas y no son necesarios los cerrojos. Cada diez años se efectúa un sorteo que concluye en la mudanza general de habitaciones. Desde su niñez, todos aprenden la agricultura, además de algún otro oficio, porque todos tienen la obligación de trabajar en el campo cada dos años. Los colonos rurales, al término de su trabajo y abasto de pan, reparten el excedente entre los poblados aledaños, y como correspondencia al campo, las ciudades envían a éste todo lo que se necesite, incluyendo que cada mes los colonos rurales se integran a la ciudad como recreación. Todos acuden al mercado central para obtener lo necesario sin pagarlo, ya que existe de todo en abundancia y nadie pide más de lo que necesita. El sobrante se vende a precios moderados a los extranjeros o se emplea en obras pías y en remedio de los necesitados. En época de siega las labores son atendidas no sólo por los colonos rurales sino por toda la comunidad.

Los vestidos tanto de hombres como de mujeres son blancos y sencillos; se elaboran en casa conforme al sexo, estado civil y clima; unos son para vestir en los actos públicos y otros para diario, de modo que “cese la envidia y soberbia de querer andar vestidos y aventajados los unos más y mejor que los otros”. Cada uno trabaja en lo que le place (excepto cuando hay escasez de alguna ocupación) en jornadas de seis horas, tres antes de comer y tres después; el resto del tiempo se dedican a la instrucción moral, cristiana y de oficios, porque la república debe ser culta, de modo que si alguno sobresale en aptitudes de sabiduría, es absuelto de la obligación del trabajo manual.

Los jefes ancianos son los dirigentes de las familias y existen regidores y un principal que es elegido por los ancianos en votación secreta, que ocupa el cargo entre tres y seis años. Los regidores se eligen anualmente. El principal y los regidores son indígenas, pero el rector, que ejerce la máxima dirección, es un eclesiástico español. Todos se reúnen cada tres días y siempre procuran que en sus decisiones los más pobres no sean perjudicados. El principal debe tener “como virtudes la mansedumbre, el sufrimiento y no más áspero y riguroso que lo conveniente, procurando ser más amado que temido”. Los acuerdos no se toman en la primera reunión, sino con dos o tres días de diferencia. Se expulsa de la comunidad al malo, escandaloso, borracho o perezoso.

También escribió Quiroga el Tratado sobre la administración del bautismo, en el que argumentó que el bautismo, como una de las funciones principales de la evangelización, debe considerar a los indígenas como auténticos hijos de Dios y no como herejes despersonalizados.

En 1547, Quiroga viajó a España en busca de ayudas para sus fundaciones y de sacerdotes misioneros para disponer de un clero propio. Logró conseguir algunos jesuitas para su diócesis, los cuales llegarían hasta después de su muerte.

En 1555, Quiroga asistió al Primer Concilio Provincial Mexicano y por su iniciativa se estableció la obligación para cada iglesia de tener uno o varios hospitales para la promoción integral de las comunidades: exhortó "a todos ministros religiosos y clérigos que por la mejor vía que pudieren procuren en todos los pueblos haya un hospital cerca de las iglesias y monasterios donde puedan ser socorridos los pobres y enfermos, y los clérigos y los religiosos los puedan fácilmente visitar y consolar y administrar los sacramentos".

Durante una visita pastoral a Uruapan, Quiroga se sintió desfallecer y fue llevado al Hospital del Santo Sepulcro donde dejó de existir la tarde del 14 de marzo de 1565. Sus restos descansan en la ciudad de Pátzcuaro, Michoacán, en un mausoleo a la entrada de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud.

Doralicia Carmona. Memoria Política de México.

Efeméride. Nacimiento 3 de febrero de 1470. Muerte 14 de marzo de 1565.