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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Moheno Tabares Querido

1873-1933 

Nació el 3 de diciembre de 1873, en Pichucalco, Chiapas. Hijo de Querido Moheno y Rita Augusta Tabares. Hizo sus primeros estudios en San Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco. Becado por el gobierno de su estado estudió medicina en la ciudad de México.

En 1892 por oponerse a la reelección de Díaz, pasó cinco meses en la cárcel. Abandonó los estudios de medicina e ingresó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En 1896, obtuvo el título de abogado. Entre 1893 y 1896 colaboró en la redacción de “El Demócrata”. Ejerció en Ensenada. En Córdova, Veracruz, fue Juez de Primera Instancia. En 1900 fue diputado suplente. En 1903, escribió Los problemas contemporáneos y Cuestiones trascendentales; ensayos en los que criticaba la falta de instituciones adecuadas a las necesidades del pueblo, el centralismo y la falta de participación democrática. Estableció un despacho de abogados. En 1908, ante la inminente salida de Díaz de la presidencia de la República, fue miembro del Comité Organizador del Partido Democrático. Entre 1908 y 1910 volvió a ser diputado suplente por el distrito de Jalisco y reelecto a la XXV Legislatura.

En 1912 fue diputado por el distrito de Pueblo Nuevo, Chiapas, a la XXVI Legislatura, en la que presidió la comisión de Hacienda y Crédito Público. Fue miembro del grupo de diputados integrado por José María Lozano, Nemesio García Naranjo y Francisco Olaguíbel, denominado “El Cuadrilátero”; dedicado a atacar sistemáticamente a Madero, que tuvo mucho que ver con el desprestigio de su gobierno, y que ayudó a crear un ambiente propicio al cuartelazo.

Tras la usurpación de Huerta, en febrero de 1913, se integró al régimen como subsecretario de Relaciones Exteriores primero, y después como secretario del mismo ramo. Conforme a la Secretaría de Relaciones Exteriores: "Durante su corta gestión, Moheno resintió las intenciones intervencionistas de los Estados Unidos y el desconocimiento de este país al gobierno huertista, la dificultad para la obtención de empréstitos para hacer frente a los problemas económicos más urgentes, así como las demandas extranjeras por daños causados por la Revolución. Le correspondió asimismo –contra su propia opinión- explicar al cuerpo diplomático las razones por las cuales se había disuelto la Cámara de Diputados y argumentar que la Soberanía Nacional estaba por encima de cualquier apreciación". Finalmente fungió como secretario de Industria y Comercio del gobierno de Victoriano Huerta. Destacó por redactar en septiembre de 1913 una ley de expropiación del petróleo. Renunció a su último cargo el 3 de julio de 1914. Ese mismo día, salió del país desterrado a La Habana.

En su libro “Mi Actuación Política Después de la Decena Trágica”, Moheno justificó su actuar: “La mayoría de los hombres inteligentes del país creyó por un momento, que el general Huerta era, por virtud de una maravillosa improvisación, el hombre llamado a afrontar la grave situación del momento y a resolver los problemas que agitaban y siguen agitando a la Nación.

Por aquellos días Olaguíbel, García Naranjo Lozano y yo, establecimos en la calle de Gante nuestro despacho de abogados, en asociación, formando en la Cámara de Diputados un pequeño block compacto, al cual el público bautizó con el nombre de ‘el cuadrilátero luminoso’.

En el seno del ‘cuadrilátero’ se consideró desde luego la situación: la muerte del Presidente Madero y la caída del maderismo, nos colocaba a los mexicanos a dos dedos de una nueva dictadura, régimen que tan adverso es al interés legítimo de los intelectuales; Félix Díaz cuya torpeza política había alcanzado notoriedad nacional, significaba la vuelta al pasado, la restauración del porfirismo y, como lo dije en la tribuna de la Cámara de Diputados el 17 de octubre de 1912, atacando el cuartelazo de Veracruz, significaba también el restablecimiento de una dictadura con un dictador capaz de repetir un 25 de junio pero no de ceñirse los laureles del 2 de abril. Huerta, por el contrario, era una incógnita, y en todo caso, por mucho que alargase su interinato, siempre sería pasajero, porque siempre se estrellaría contra infranqueables obstáculos constitucionales, de manera que dejaba siquiera un lugar donde pudiera refugiarse la esperanza de nueva épocas de libertad, el general Huerta era en la vida nacional un pasaje, mientras que Don Félix Díaz, no podía ser otra cosa que un agujero sin salida, preñado de amenazas. Huerta, en fin, era una duda, mientras que Félix Díaz era una negra certidumbre”.

Respecto al general Victoriano Huerta escribió: “Es menester recordar, primero, que el general Huerta era, por toda su vida anterior, el hombre menos preparado para el gobierno […] porque […] no conocía a los hombres públicos; en la elección de personas se dejaba inspirar por una camarilla y por eso mismo procedía a menudo con gran falla de tino; en segundo lugar, porque el general Huerta es, ante todo y por encima de todo, indiferente […]. Con ese temperamento, con esa indiferencia, que en todo caso, como el que me ocupa pueden darle lugar a la comisión de graves crímenes […]”.

Al volver, se dedicó nuevamente a su profesión; destacó como orador y abogado defensor en los tribunales penales de la cárcel de Belén.

Escribió diversas obras, algunas de ellas de carácter político como Los Doscientos Millones del Empréstito y Cartas y Crónicas, además de la ya citada.

Murió en la ciudad de México el 12 de abril de 1933.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride Nacimiento 3 de diciembre de 1874. Muerte 12 de abril de 1933.