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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Lerdo de Tejada Sebastián

1823-1889

Hijo de Juan Antonio Lerdo de Tejada, originario de la provincia de Valladolid, y de Concepción Corral, de Veracruz, Sebastián Lerdo de Tejada y Corral nació el 24 de abril de 1823, en Jalapa, Veracruz. Pasó su infancia en su ciudad natal, y después, a los trece años, llegó a vivir a la ciudad de Puebla, donde estudió en el Seminario Palafoxiano, donde cursó latín, filosofía y teología. Obtuvo una beca y recibió las órdenes menores. Sin embargo, decidió abandonar la carrera sacerdotal.

Entonces se trasladó a la ciudad de México a estudiar jurisprudencia en el Colegio de San Ildefonso, en donde se tituló como abogado en 1851. Más tarde fue profesor y rector de esa escuela por acuerdo del presidente Mariano Arista, cargo que desempeñó entre 1852 y 1863.

Al mismo tiempo fue magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, y también llegó, en 1857, a ser ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno del presidente Ignacio Comonfort, aunque fue por poco tiempo. También presidió la Compañía Lancasteriana, una institución que ofrecía estudios de primaria con métodos activos.

En el terreno más propiamente político, durante la guerra de Reforma rechazó al gobierno conservador de la ciudad de México, pero no se entregó decididamente a la causa liberal, a pesar de que desde hacía tiempo que su hermano Miguel era uno de los grandes líderes liberales y nada menos que autor de la Ley Lerdo. Esto lo hizo hasta cuando se consumó el triunfo del bando liberal y ya bajo la amenaza de la intervención francesa.

Ya entrado en política, fue diputado al Congreso de la Unión entre 1861 y 1863. Posteriormente, entre 1863 y 1867, durante la presidencia de Benito Juárez, fue ministro de Justicia, Relaciones y de Gobernación, periodo en el que fue un bastión republicano contra la intervención francesa. Al tener que salir de la ciudad de México el gobierno juarista debido al acoso francés, Lerdo partió también, y pronto se convirtió en uno de los más cercanos colaboradores del presidente Juárez.

Lerdo fue quien ideó la estratagema legal para que el gobierno de Juárez pudiera prolongarse hasta que se pudieran realizar nuevas elecciones. Con la cual se echaron abajo las pretensiones del general Jesús González Ortega de asumir la presidencia de la República en 1865, dado que el periodo para el que Juárez había sido electo ya había concluido.

Al sobrevenir la caída del imperio y la captura de Maximiliano, se atribuye a Lerdo buena parte de la responsabilidad del fusilamiento del emperador. Entonces expresó: “El perdón de Maximiliano pudiera ser muy funesto al país... Es preciso que la existencia de México, como nación independiente, no la dejemos al libre arbitrio de los gobiernos de Europa... Cerca de cincuenta años hace que México viene ensayando un sistema de perdón, de lenidad, y los frutos de esa conducta han sido la anarquía entre nosotros y el desprestigio en el exterior.”

Todavía impidió la entrega del cadáver hasta que el gobierno austriaco y la familia del archiduque presentaron una solicitud oficial porque “era necesario, como un escarmiento a la Europa, que el castigo fuera terrible, como terribles habían sido los ultrajes inferidos a la majestad de la nación”.

Tras el restablecimiento del gobierno legítimo, Lerdo se encargó de redactar la convocatoria para las elecciones de 1867. Al triunfar Juárez en ellas, Lerdo desempeñó varios cargos en el gobierno: fue ratificado como Ministro de Relaciones y Gobernación, fue elegido presidente de la Suprema Corte y después, diputado al Congreso. Todavía colaboró en proyectos importantes para el presidente Juárez, como fue el del restablecimiento del Senado.

En 1871 decidió lanzar su candidatura a la presidencia de la República, contienda en la que participó con Juárez y Porfirio Díaz. Entonces enarboló la bandera antirreeleccionista y formó su partido. Sin embargo, tuvo que aceptar su derrota ante Juárez, tras lo cual volvió a la Suprema Corte de Justicia. También colaboró en la imposición del orden en varios estados de la República y en la derrota de la primera rebelión del general Porfirio Díaz  cuando se alzó contra el gobierno con el Plan de La Noria en noviembre de ese mismo año.

En julio de 1872 Juárez falleció, por lo que correspondió a Lerdo ocupar la presidencia de manera interina y convocar a nuevas elecciones, en las que participó. Durante su interinato promulgó una ley de amnistía a favor de los que se habían levantado contra las instituciones, pero en la que fueron excluidos los generales imperialistas y con muchas restricciones para los porfiristas, lo que generó un levantamiento de éstos. Sin embargo, logró restablecer la paz y ganar fácilmente las elecciones presidenciales por una aplastante mayoría el 15 de noviembre de 1872: 8,578 votos para Lerdo de Tejada y 545 para Porfirio Díaz.

Como presidente constitucional restableció el Senado; propició una decidida intervención estatal para promover el desarrollo con una orientación nacionalista, por lo que se negó a otorgar concesiones a los norteamericanos; continuó la desamortización de los bienes del clero, aunque se provocaran protestas y rebeliones cristeras; inicio la reorganización de la hacienda pública e inauguró el ferrocarril Veracruz-México, entre sus acciones más importantes. Además, elevó a rango constitucional las leyes de Reforma el 25 de septiembre de 1873. Por otra parte, decretó la supresión de la orden de las Hermanas de la Caridad y la expulsión de varios jesuitas por conspirar contra el gobierno, lo que originó levantamientos en Jalisco, Michoacán y el Estado de México. Por otra parte, reprimió las huelgas mineras y textileras promovidas por el Gran Círculo de Obreros de México. Asimismo, concluyó la violenta campaña de Nayarit que terminó con el fusilamiento del caudillo indígena Manuel Lozada “el Tigre de Álica” a finales de 1873. Además, se enfrentó a los intereses norteamericanos al negarse a concesionar la construcción de un ferrocarril México-Estados Unidos: “Entre México y los Estados Unidos, el desierto”.

Mantuvo irrestricta la libertad de prensa a pesar de los despiadados ataques de que fue objeto, entre otros, las caricaturas, sátiras y versos satíricos de Irineo Paz y de Vicente Riva Palacio. Así la prensa de oposición estimularía la crispación y polarización políticas en contra el presidente Lerdo durante su intento de reelección en 1876.

En cuanto la política exterior, Lerdo reanudó relaciones con España y Guatemala, pero los vínculos diplomáticos con Francia y Gran Bretaña continuaron sin restablecerse.

En materia de educación y cultura, su gobierno, como el de Juárez, trató de crear bases educativas y culturales tendientes a la creación de una identidad nacional y al destierro de la cultura de la violencia.

La política liberal férrea y anticlerical que llevó a cabo el presidente Lerdo, generó una gran oposición de los grupos conservadores, la que se multiplicó y radicalizó cuando se hicieron claras sus intenciones de ir por la reelección. Se proclamó entonces el Plan de Tuxtepec en enero de 1876, en el que se condenaba la reelección. La rebelión armada fue encabezada por segunda vez por Porfirio Díaz, quien fue derrotado en Icamole, Nuevo León, el 20 de mayo de 1876. El general Mariano Escobedo logró contener la rebelión.

No obstante, la oposición, que anticipadamente había venido descalificando las futuras elecciones y buscando pruebas del futuro fraude, argumentaba que no había condiciones para que se efectuaran las elecciones presidenciales en septiembre de 1876, por lo que al término del periodo se debía entregar la presidencia de la República a José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, para que convocara a elecciones cuando la situación permitiera una votación pacífica y en todo el territorio nacional (en realidad  sólo en Oaxaca continuaba la agitación). Pese a todo, las elecciones se realizaron y aunque sus resultados fueron puestos en duda por la oposición por “inflados”, resultó reelecto el presidente Lerdo de Tejada por una aplastante mayoría de más de 7,000 votos electorales y después, de 123 votos a su favor en el Congreso. Sin embargo, en Salamanca estalló una nueva revuelta en contra del “fraude electoral”, encabezada ahora por José María Iglesias, viejo amigo de Lerdo, que se proclamó nuevo presidente. Favorecido el general Díaz por la nueva rebelión, el ejército lerdista fue derrotado por los porfiristas en la batalla de Tecoac el 11 de noviembre de 1876, lo que hizo insostenible la posición de Lerdo, quien entregó el gobierno a Protasio Tagle el 20 de noviembre de 1876 y al otro día huyó a los Estados Unidos en un viaje no exento de vicisitudes. El día 23 siguiente, Porfirio Díaz asumió el gobierno como presidente de facto.

 

Lerdo se estableció en Nueva York, desde donde escribió antes de fallecer de una afección pulmonar el 21 de abril de 1889: "Yo profetizo para México la más grande y poderosa de las revoluciones. No revolución de partidos, estéril y gastada, sino revolución social. Nadie podrá evitarla". Por gestiones del Congreso Mexicano y del presidente Porfirio Díaz sus restos fueron traídos a México en mayo del mismo año. Hoy reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores de la ciudad de México.

La figura de Lerdo fue opacada porque su actuación como gobernante se dio entre las de las dos personalidades más importantes de México en el siglo XIX: Benito Juárez y Porfirio Díaz. “La larga asociación con Juárez, dice Antonia Pi-Suñer Llorens (Gobernantes Mexicanos) lo llevó a querer continuar los proyectos que juntos habían concebidos.” Sin embargo, a diferencia de Juárez fue un presidente impopular. “Paradójicamente, su impopularidad se la ganó mientras se esforzaba por implantar las reformas políticas y constitucionales que se habían revelado como indispensables a la luz de las amargas experiencias del gobierno errante y los primeros años del triunfo de la República.”

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride. Nacimiento 24 de abril de 1823. Muerte 21 de abril de 1889.